Ramón y Cajal, a las puertas del Espai Menorca, el Recinte Firal de Maó. | Gemma Andreu

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Tras unas semanas de incertidumbre alrededor del Recinte Firal de Maó, los últimos días se ha confirmado que este espacio acogerá las I Jornadas Iberoamericanas de Anatomía Patológica. Se espera a varios cientos de expertos, en este evento que organiza la Sociedad Española de Anatomía Patológica, —la división en España de la International Academy of Pathology—, que preside Santiago Ramón y Cajal Agüeras. Un nombre y unos apellidos que no pasan desapercibidos. El Nobel de Medicina en 1906, padre de la neurociencia, era su tío bisabuelo y dejó tras de sí una larga saga de médicos.

¿Por qué han elegido Menorca?

—Es una apuesta personal muy fuerte, para mostrar a muchos médicos, biólogos, una isla maravillosa. Es un entorno maravilloso para trabajar y hacer mayor comunicación y conocernos. Llevo viniendo a Menorca más de veinte años, soy muy menorquín, quiero que conozcan la Isla, aunque es más caro que un congreso en un sitio más habitual, Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia. Muchos se conectarán on line desde Sudamérica, vienen pocos, el viaje sale caro. Por eso, si había la más mínima duda de que el congreso no se hacía, la gente se lo iba a pensar.

¿Está resuelta la duda?

—Desde el martes 23 sabemos que contamos con el apoyo del alcalde de Maó y del presidente del Consell. Es muy bueno para los patólogos y para la Isla. El alcalde y su equipo se han comprometido en hacer todo lo posible, han tenido una gran predisposición, y el presidente del Consell ha dado todo tipo de facilidades y me va a ayudar en todo lo que hemos hablado.

¿Cuánta gente asistirá?

—Hasta hace dos meses iban a venir más de 800 personas. Ahora, con esas dudas que ha habido, no lo sabemos exactamente. Pero soy optimista por naturaleza y espero que se conecten muchas personas, el futuro del diagnóstico en Medicina pasa por trabajar en redes, conjuntamente, porque no todos sabemos de todo y hay que buscar especialistas ahí donde estén.

¿Qué es un patólogo?

—Nos encargamos del diagnóstico de todas las enfermedades que tengan una base celular o tisular, es decir, todos los diagnósticos del cáncer, de muchas enfermedades crónicas inflamatorias. Hacemos el diagnóstico, para decir qué tipo de tumor es y cada vez tenemos más apellidos, para que clínicos y oncólogos puedan tratarlos de la forma más individualizada posible. Se basa en hacer un diagnóstico, lo más preciso posible, patológico y molecular.    Cada vez es más complicado, cada vez hay más tratamientos y alteraciones genéticas. Somos esa especialidad poco conocida, empezamos con el microscopio, ahora con la parte digital, y tenemos la responsabilidad, somos    el que firma un diagnóstico.

¿Qué objetivo tiene el congreso?

— La idea es hacer convenios, con Portugal y los países iberoamericanos, para ayudarnos mutuamente y colaborar, en docencia y en las mejoras de diagnóstico. Uno de los grandes problemas de la patología en todo el mundo son las discordancias que puede haber de diagnóstico, según la experiencia del patólogo y de los medios para hacer las técnicas complementarias.

¿Qué abordarán las ponencias?

—Habrá sesiones monográficas de temas como la medicina de precisión, la patología digital o patologías moleculares, con ponencias transversales importantes, con los nuevos avances en el conocimiento del diagnóstico patológico. Habrá una mesa redonda, donde grandes especialistas de América van a hablar de su visión de la patología y cómo está evolucionando. De cómo ya no hablamos de un cáncer, sin más, sino de un tipo especial, de cómo se diagnostica,    cómo se trata. La película ha cambiado mucho en 20 años, he pedido a los especialistas que nos pongan al día.

¿Cómo se aplican la patología digital y la inteligencia artificial?

—Poco a poco, todavía está poco implementada. En España somos más pioneros, a nivel de la red pública llevamos casi tres años, donde todo está digitalizado. Ese es el paso previo, escanear y digitalizar las imágenes y verlos en la pantalla, en vez del microscopio. Eso nos permite consultar a los patólogos a distancia. Utilizamos los algoritmos de patología computacional, que permiten cuantificar mejor parámetros o biomarcadores importantes para el tratamiento. Permite identificar mejor un tumor de mama, cuántas células son positivas para hormonas, cuántas son positivas para una propiedad HER2, es muy importante para el tratamiento de los anticuerpos específicos. Uno de los problemas en cualquier especialidad son las discordancias, la subjetividad del diagnóstico. En una parte de la patología serán muy importantes los algoritmos y la inteligencia artificial, más adelante, ya veremos.

¿Es preciso trabajar en redes?

—Intentamos hacer mucha pedagogía sobre la importancia de la patología digital y los algoritmos, para objetivar mejor la patología y trabajar en redes. No todo hospital tiene que ser el mejor en todo, es imposible, por tanto, hay que trabajar en redes, en nodos, intentando estar interconectados con los mejores especialistas. En la SEAP hemos creado dos vocalías nuevas, una, de relaciones institucionales, precisamente, para ofrecer este apoyo internacional y con las instituciones públicas, para que apoyen más el diagnóstico, como base esencial. El primer pilar es hacer un buen diagnóstico, si no lo hay, lo demás no tiene mucho sentido.

¿Se invierte lo suficiente?

—Normalmente, menos del 3 por ciento del gasto de un hospital es para el servicio de patología. Nuestros diagnósticos pueden suponer tratamientos o estancias del paciente ingresado que suponen más del 70 u 80 por ciento del gasto hospitalario. Es decir, que lo hagamos bien o mal, repercute muchísimo en ese gasto posterior, que es enorme. Que haya un 20 por ciento de discordancias diagnósticas, quiere decir que hay un 20 por ciento de diagnósticos que son falsos positivos o falsos negativos, por lo tanto, un tratamiento no adecuado, es un dinero que se podría uno ahorrar, entre comillas.

¿Hay buenos patólogos, aquí?

—Muchos nos hemos formado fuera de España y nuestro nivel no es menor al de Estados Unidos, en líneas generales, ni al de otros países europeos. Hay un nivel muy aceptable, muy alto, nada que envidiar a los americanos. Sí que hay un poco de inequidad territorial. A veces, depende de la comunidad donde vivas, la posibilidad de que te hagan un estudio molecular completo es diferente. Hay que equilibrarlo a nivel de todas las comunidades, tiene que ser una norma del Ministerio. Porque, el código postal es, a veces, un factor pronóstico peor, que el propio tumor en sí. Esa inequidad territorial es un tema serio y que tenemos que visibilizar, para que las autoridades tomen las medidas que toquen.

¿Cuál es la situación de Balears?

—Hay un proyecto muy bueno, de intentar digitalizar toda la patología digital y molecular, trabajando en redes. Entiendo que quieren centralizar en Son Espases la parte molecular y digital y creo que, en ese sentido, están en la fase todavía de desarrollo, pero van en muy buena línea. Soy positivo, pueden ir muy bien las cosas.

¿Qué supone para usted formar parte del legado de un Nobel? Son una larga saga de médicos.

—Cada vez menos, pero sí, soy la quinta generación. Somos la familia con más tradición en catedráticos y profesores de Medicina desde 1840. Ramón y Cajal es todo un referente, científico y humano. Fue un auténtico revolucionario, una persona tenaz, trabajadora, con una visión que todavía sigue estando vigente. Me influyó mucho, desde muy pequeño. Yo me he dedicado al cáncer más intensamente, que a las neurociencias, pero lógicamente ha sido y es una constante en mi vida. Es muy importante hablar del padre de Santiago, don Justo. Fue toda una leyenda, es un personaje clave en la historia de mi familia.De Ramón y Cajal hay dos cosas que la gente no conoce: no tuvo financiación pública hasta los 40 y tantos años, cuando ya era conocido internacionalmente. Hasta entonces, lo pagó todo él, vendiendo libros que escribió, tuvo una gran tenacidad. También fue muy generoso, en su testamento, sin ser millonario, era un profesor universitario normal, dejó un tercio de su dinero para ayudas a investigadores jóvenes. Este ejemplo humano es el que me gustaría emular. Hace dos años he montado una Cátedra Ramón y Cajal e intento buscar financiación externa, para ayudar a personas con ideas, a las que nadie ayuda por las vías clásicas.