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Francesc Antich pronunció ayer un discurso institucional breve y realista por "unas circunstancias muy especiales" que no trató de disimular sino que las expresó con valentía al comienzo de sus palabras.

Consciente de la desconfianza ciudadana y el descrédito de la vida política que han provocado los sucesivos casos de corrupción, el jefe del Ejecutivo recurrió a los números de la inversión pública, al ejemplo de los premiados y a una larga declaración de voluntad de gobierno para tratar de infundir optimismo, "la tempesta és gran, però la barca és molt marinera", dijo a modo de gráfica descripción del momento.

Antich lidera un tiempo de transición marcado por esas especiales circunstancias que amenazan la frágil estabilidad institucional y que explican su llamada a la colaboración desde la responsabilidad. Sobre una oportuna alusión a Albert Camus, el presidente del Govern aprovechó el momento para tender de nuevo la mano a las otras fuerzas políticas dispuesto a recorrer todos los caminos del acuerdo.

Empieza hoy un nuevo itinerario, el de la respuesta a esa idea, el que determine una tregua para acabar la legislatura o cualquier otro imaginable en un escenario tan convulso.