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Para muchos la noticia no ha sido ninguna sorpresa, simplemente porque nunca creyeron en el asunto. Para otros ha sido un chasco, que pondrá en cuestión lo que habían defendido a capa y espada, con comprobaciones personales como prueba. No obstante, todo el embrollo no hace sino demostrar que la fe, la esperanza y la ilusión que uno pone en una cosa es fundamental para que ésta se produzca. Este texto no habla de religión ni de espiritualidad profunda. Trata de las pulseras Power Balance, artilugios que gracias a una habilidosa campaña promocional hicieron creer a muchos que su fuerza, equilibrio y flexibilidad mejoraban. Poco les importó a sus clientes que la cosa no tuviera lógica ninguna. Power Balance es así una especie de heredera de aquellas pulseras de bronce que servían para aliviar dolores artríticos o reumáticos (presuntamente: se vendían en farmacias y las propiedades de este metal son ciertas, pero por internet circulan diversas teorías sobre la dudosa efectividad del brazalete). Sea como fuere, el efecto placebo es incuestionable, utilizado incluso en la medicina convencional. La mente juega un papel fundamental en asuntos relacionados con la salud y el estado de ánimo. Pero esto no justifica la picaresca en el ámbito publicitario. Aquí sí que hace falta más equilibrio, y del de verdad.