Ramón Tamames vende su discurso a través de Amazon a casi 5 euros la pieza. Este es el resultado práctico más destacado de una moción de censura inútil. Mientras en Francia, la fraternité está por los suelos, debibo a la liberté de los que protestan, por una igualité de las pensiones poco solidaria con el resto de Europa (se quejan por pasar la edad de jubilación de 62 a 64 años), mientras los presidentes de Rusia y China se reúnen en un nuevo paso de la guerra fría, en el Congreso asistimos a un acto digno, con todo el respeto, de un club de jubilados un sábado por la tarde, después de la película de Paco Martínez Soria.
Jesús Hermida decía que «te recordarán por tu última crónica». Tamames se ha ganado el título de emérito con su triste papel de censor.
Me da la impresión que muchos votantes de Vox no están de acuerdo con este acto que pretendía desgastar a Pedro Sánchez y dar protagonismo al partido de ultraderecha y en cambio ha favorecido al Gobierno y quizás al PP para arañar votos en el espacio consevador. El Gobierno se desgastaba solo, sin necesidad de oposición, con el enfrentamiento entre los dos socios. La moción de censura ha desviado el foco, ha tenido un efecto balsámico, posiblemente de corta duración. La que ha salido reforzada es Yolanda Díaz, en un momento importante porque está a pocos días de presentar la opción de Sumar como candidatura a las elecciones generales de diciembre y porque le sirve para apuntalar su firmeza ante las presiones de Unidas Podemos. La operación de Sumar es una de las claves para que la izquierda pueda volver a gobernar, si consigue invertir la tendencia a la baja de UP, mientras el PP de Nuñez Feijoo, sin necesidad de sobreactuar, va consolidando la ventaja en las encuestas, excepto en la del CIS.
Es verdad que algunas veces el Congreso se convierte en un espectáculo indigno, pero al menos lo protagonizan políticos a los que hemos votado. No hace falta empeorar la imagen con artistas invitados. Si Tamames quiere hablar de su libro que pague los gastos.