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Empezó siendo Corazón, corazón con el rigor elegante de Cristina García Ramos en los domingos, después se simplificó en Corazón los sábados y los domingos (fusionándose con el diario Corazón de otoño, verano y la estación que tocara) y, ahora, se expande en el fin de semana con D Corazón. La asentada crónica rosa del fin de semana de La 1 gana en duración antes del Telediario y ha incorporado tertulianos. Porque la televisión de hoy es debate todo el rato, un coloquio constante. Apenas hay más géneros. Incluso casi siempre son los mismos contertulios que se llaman 'colaboradores' porque de muchos se desconoce su profesión real. Mejor, no vaya a ser que alguien por un casual haya estudiado lo que va a hablar.

D Corazón se ha estrenado con un hogareño decorado. Bonito, aunque puede serlo aún más con mejor iluminación. Al final, la tele es la magia de la luz. La luz literal. Y la luz que aportan los equipos técnicos y los artísticos, con los cabezas de cartel al frente. Y en el primer D Corazón ha brillado la experiencia de Anne Igartiburu y Jordi González. Presentar en pareja no es fácil. Menos aún en una televisión en la que se cree que quien más habla más vale. Nada que ver. Los buenos dúos son los que saben que el compañerismo es la base, escuchar la raíz y, entonces, la complicidad de la admiración brota. Anne y Jordi ejercen ese respeto mutuo. El propio Jordi acabó el programa de estreno agradeciendo a Anne su cobijo. El cariño no pareció fingido en un programa que habla de crónica social que es la vida hecha apariencia.

Anne y Jordi. Jordi y Anne son el pilar de esta reinvención de Corazón. Están de vuelta. Jordi hasta desmonta el programa, dándole este toque actual que merece un espacio de estas características en TVE donde ya no tiene sentido ser súbditos de nada. La cadena pública brilla cuando aporta perspectivas críticas desde el entretenimiento. No cayendo en la moral de otra época que dice a los demás cómo deben de ser en sus relaciones.

A pesar de estar acostumbrados a presentar en solitario, en el mundo ególatra de la tele, Anne y Jordi se han ayudado el uno al otro en su primer día. Quitando hierro, entendiendo que sólo es un programa de corazón en donde lo más sabio es relativizar. Es la manera de que el espectador de 2024 empatice. Incluso cuestionándose algunos contenidos, como cuando Jordi se preguntó cómo todavía hoy puede ser noticia un beso de dos hombres en una entrega de premios, entre otras cosas. Quizá ese era el debate interesante: por qué seguimos debatiendo situaciones que ya no se debaten en la calle.