Gente sentada en un parque de Viena. | LEONHARD FOEGER

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Austria vive desde este lunes el primer confinamiento parcial a los no vacunados en la Unión Europea (UE). Aunque la medida no ha alterado la normalidad, se aprecia menos gente en las calles de Viena, pocos controles policiales y bastantes dudas entre la ciudadanía. «Tengo la impresión de que hay menos gente en la calle», confirma la dependienta de una pastelería en Mariahilferstrasse, la arteria comercial de Viena.

«Aunque estoy vacunada, no me parece que sea una medida acertada. Creo que habría sido mejor un confinamiento corto para todos. Además, ahora hay muchas formas de falsificar un certificado covid», agrega la mujer, que prefiere mantener el anonimato.
Además del confinamiento para los no vacunados, las autoridades han llamado a volver al teletrabajo, algo que hacen ya muchos funcionarios de la administración local de Viena.

Multas de hasta 1.450 euros

La restricción al movimiento rigen en principio hasta el 24 de noviembre para quienes no están vacunado o han pasado ya la COVID. Solo podrán salir de sus viviendas para comprar productos básicos, ir al médico o a vacunarse, hacer ejercicio al aire libre o ir al trabajo, esto último sólo si presentan cada día un test PCR negativo, una prueba que en Austria es gratis Exentos del confinamiento están los menores de 12 años, las embarazadas y aquellos que no pueden vacunarse por razones de salud. También se puede ir al colegio o al instituto, donde se reinstaurará un plan de tres test semanales.
Saltarse las restricciones conlleva multas de entre 500 y 1.450 euros. Aunque el Gobierno anunció un mayor despliegue policial para vigilar el cumplimiento, Efe pudo constatar hoy que en el centro de Viena no había controles ni más agentes de lo habitual.

Polarización social

Las opiniones sobre estas medidas varían mucho en un país en el que sólo el 65 % de la población está vacunada contra la COVID-19, y donde el tema enfrenta incluso a amigos y familiares, hasta el punto que el presidente del país, Alexander Van der Bellen, hizo recientemente un llamamiento público a la concordia. «Me parece una buena medida. Austria no puede ser rehén de una minoría que no quiere vacunarse. En una pandemia como la de la gripe española en 1918, hubieran soñado con tener una vacuna, nosotros tenemos varias contra el coronavirus y ellos se dan el lujo de rechazarlas», argumenta a Efe Wolfgang, un funcionario de 53 años. Thomas, un estudiante de arquitectura de 25 que se ha inmunizado, cuenta que no sabe si podrá visitar en Navidad a sus padres, que no lo han hecho porque esperan a que salgan otras vacunas. «Pero tienen mucho cuidado en no contagiarse y no entiendo esta medida», protesta. El propio ministro del Interior, Karl Nehammer, ha reconocido que será difícil impedir contactos entre vacunados y no vacunados, por la inviolabilidad del domicilio.

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Ultras antivacunas

El partido ultraderechista FPÖ, con una intención de votos de alrededor del 20 %, se opone radicalmente a las vacunas y a las restricciones para evitar la expansión del virus.
Su líder, Herbert Kickl, que hace días defendió una mezcla de ibuprofeno y vitamina C como tratamiento contra la enfermedad, anunció este lunes que se ha contagiado, aunque dice estar bien. Ha lamentado no poder participar en la manifestación convocada para este sábado contra el confinamiento, una medida que definió como «una locura».

«La protesta es más necesaria que nunca para no aceptar la división de la sociedad entre buenos y malos y no dejar a un gobierno fallido aplicar medidas inhumanas, sin sustento legal y carentes de evidencias», aseguró el líder ultra en Facebook. Entretanto, dentro del Gobierno también se han producido fisuras, con el ministro de Sanidad, el ecologista Wolfgang Mückstein, abogando por un toque de queda nocturno también para los vacunados, algo rechazado por los conservadores del Partido Popular.

Insuficiente para los expertos

Muchos expertos cree insuficiente el confinamiento para no vacunados, cuando la incidencia acumulada en siete días se ha disparado hasta 894 casos por cada 100.000 habitantes. Thomas Czypionka, analista de políticas sanitarias del Instituto de Estudios Avanzados, opina que hay que reducir en un 30 % los contactos para lograr controlar de nuevo la situación. Para eso, dice, habría que aplicar otras medidas, como reforzar el uso de mascarillas, cerrar antes los restaurantes y exigir a los vacunados también pruebas PCR en algunos eventos.

«Un confinamiento para los no vacunados es difícil de controlar y divide a la sociedad, una situación que habría sido mejor evitar», critica Czypionka en declaraciones a Efe. A su juicio, el Gobierno pasó demasiado tiempo sin aplicar medidas más duras y solo decidió usar el confinamiento como «freno de emergencia» debido a la ya difícil situación de las ucis.