El ministro de Exteriores ruso ha aprovechado su desplazamiento a Turquía en el marco de las conversaciones de paz para entrevistarse con las autoridades locales y con otros 'amigos' de su administración como la vicepresidenta venezolana. | Reuters

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La salida aparentemente escogida por Rusia a las sanciones y el bloqueo comercial que Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea le han impuesto como reacción a la invasión de Ucrania remite al pasado, y especialmente genera incertidumbre porque plantea adentrarse en un territorio desconocido hasta este momento. En este sentido el 'antídoto' del Kremlin a las medidas que Occidente prepara se plantea en el plano económico, y en cierto modo suscribe la tesis lanzada por la primera ministra de Estonia de que nada volverá a ser como era el 23 de febrero, horas antes de que Vladímir Putin diera inicio a su ofensiva sobre Ucrania.

Lo que plantean algunos especialistas en economía con respecto a la respuesta de Rusia al amplio catálogo de sanciones que Occidente ha impulsado como forma de presión para que abandone la actual agresión bélica sobre Ucrania remite a un cierto regreso a los bloques antagónicos que conocimos durante buena parte del siglo XX, cuanto menos en lo económico. Esto alumbraría algo inédito: dos formas de relacionarse comercialmente en el mundo que entre sí no se conectan. Dos universos paralelos que se extienden pero jamás se tocan, algo que rompe el paradigma de mundo global e interconectado en el que hemos vivido los últimos años.

El representante de la diplomacia rusa, Sergéi Lavrov, lo ha dicho en público este jueves en Turquía, donde no han llegado a buen puerto los contactos para lograr un alto el fuego duradero y estable. «Resolveremos este problema de tal manera que no volveremos a depender de Occidente y sus empresas», ha afirmado el representante de Exteriores de Rusia. Los analistas expertos en economía no consideran en esta tesitura otro escenario posible y el propio líder, Vladímir Putin, ha subrayado que resolverán los problemas que vayan apareciendo, como por ejemplo la desconexión de Swift, el código común de las operaciones bancarias más extendido en el mundo.

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En declaraciones transmitidas por la agencia Reuters, Putin ha afirmado que con el embargo energético, aprobado recientemente por Estados Unidos, Occidente trata de culpar a Rusia de sus propios errores. Asimismo, el mandatario ruso se ha comprometido a cumplir sus obligaciones en materia de energía. A pesar de eso, Lavrov se ha reunido este jueves en Turquía al margen de las negociaciones de paz con la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez. Recordemos que el país caribeño ha vuelto a la senda de la recuperación de las relaciones con la administración norteamericana, que parece interesada en su crudo para equilibrar el damnificado balance energético europeo, muy dependiente hasta la fecha de las fuentes de energía rusas.

En algo coincidían la mayoría de expertos cuando se empezó a hablar de sanciones a Rusia: estas son de ida y de vuelta y afectarán en mayor o menor grado a las economías de los países que las imponen. Al parecer se plantea como un daño colateral asumible por la guerra en Ucrania, y no es el único. Y es que la última crisis militar y humanitaria ha hecho a Europa caer en la cuenta de algo que algunos ya anticiparon al principio de la pandemia de coronavirus, hace ahora dos años: los perjuicios de que toda la cadena de producción esté deslocalizada en China, y lo que sucede cuando todo el mundo busca un componente, o se satura el canal comercial por el que llegan masivamente los productos, quedando nuestras empresas y hogares en un limbo peligroso.

Esta forma de producir, comprar, vender y relacionarse económicamente sitúa al Viejo Continente en una posición de extrema debilidad, algo que ha vuelto a revelarse ahora, también con el componente energético. ¿Volverán las fábricas a poblar Europa, décadas después de haberlas trasladado al sudeste asiático? Resulta difícil de aventurarlo con plenas garantías. Lo que sí hemos acreditado, por la vía de la experiencia, es que si no existe una sola factoría te sorprende una pandemia de una dolencia respiratoria, y no queda otra que improvisar respiradores caseros con mascaras acuáticas y la voluntad de la buena gente que dispone de impresoras 3D pagadas de su bolsillo.