Combates cerca del frente en el área de Donetsk, al este de Ucrania. | Reuters

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Cerca de mil quinientos soldados bielorrusos combaten las pretensiones de Vladímir Putin en Ucrania junto al ejército del país vecino. Hasta ahora se conocía la amplia presencia de bielorrusos más allá de la frontera combatiendo los intereses del máximo socio de su presidente, Alexander Lukashenko. Hoy la líder de la oposición bielorrusa, Sviatlana Tsikhanouskaya, ha confirmado que cuando estalló la guerra «mucha gente en Bielorrusia pensó que los ucranianos necesitaban ayuda, por lo que se organizaron batallones».

En declaraciones al italiano Corriere della Sera, Tsikhanouskaya ha hablado sobre cómo se percibe la actual situación en este país, y las posibilidades que el conflicto rebase sus actuales límites y acabe por incorporar a las hostilidades a más agentes internacionales. Hace unos días que en las redes sociales no aparece nuevo material del batallón de voluntarios bielorrusos acogido en el seno de las Fuerzas Armadas ucranianas, anteriormente bautizado con el nombre de Kastus Kalinoŭski, aunque ahora tenemos el relato de una de las operaciones en las que participó esta unidad voluntaria.

«A finales de abril un grupo de combatientes de nuestro batallón participó en una operación, como resultado de la cual un grupo numeroso de soldados de las Fuerzas Armadas pudo romper el cerco en una aldea al este de Ucrania» afirman sin precisar más la localización. «El ejército ucraniano luchó en el cerco durante tres semanas: los suministros de alimentos, agua y municiones casi se agotaron, el número de heridos creció», de modo que la situación se hizo insostenible.

Necesitaban algo de ayuda desde fuera. «Se decidió abrirse paso y salir. La cobertura y reunión del grupo estaba asignada a nuestros combatientes. Nuestro famoso comandante apodado Volat se reunió con los soldados ucranianos y permitió a pequeños grupos de 50 personas abandonar el área y escapar». «Los soldados bielorrusos ayudaron a los heridos, brindaron asistencia médica y evacuaron a quienes lograron escapar. Los soldados ucranianos estuvieron infinitamente agradecidos».

Los derroteros de la guerra y la creciente envergadura de las misiones confiadas a los bielorrusos, que como en este caso particular se saldó con un resultado exitoso, han llevado a los militares del país vecino en Ucrania «a la siguiente etapa de la construcción de una unidad militar nacional. El batallón de Kastus Kalinoŭski se convierte en regimiento e incluirá a los batallones Litvin y Volat», este último en honor de su expeditivo oficial el cual tiempo después perdió la vida en esta guerra, según se desprende del material que los milicianos comparten en sus canales oficiales en redes sociales, en este caso su funeral. A su ataúd lo adornaban tanto banderas bielorrusas como ucranianas.

Precisamente en las últimas horas el Kremlin se ha mostrado proclive a que Rusia y Bielorrusia discutan la extradición a Moscú de Sofia Sapega, pareja del opositor Roman Protasevich, que viajaba junto a ella en mayo de 2021 cuando su avión sufrió un aterrizaje forzoso en la capital bielorrusa, Minsk, por orden de las autoridades de aquel país.

En este sentido el portavoz de la Presidencia rusa, Dimitri Peskov, ha indicado que los mandatarios de ambos países podrían hablar del tema «si lo consideran necesario», antes de agregar que ambos mantienen contactos «de forma regular», según ha informado la agencia rusa de noticias Interfax. El propio Lukashenko abrió la puerta a la extradición y recordó que la mujer «es rusa» y que ambos países tienen un acuerdo de extradición. «Podemos trasladar a Rusia a una ciudadana rusa», apuntó, después de que Sapega fuera condenada en mayo a seis años de cárcel tras ser declarada culpable de «incitar al odio y la discordia por motivos ideológicos». Sapega, novia de Protasevich, fue detenida junto a él en un control de documentos de pasajeros de un avión de la aerolínea irlandesa Ryanair que había aterrizado de emergencia por una supuesta amenaza de bomba. El avión cubría la distancia entre las capitales de Grecia y Lituania, Atenas y Vilna, respectivamente.