Giorgia Meloni durante la noche de las elecciones Italianas. | ANGELO CARCONI

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Giorgia Meloni, la líder ultraderechista de Hermanos de Italia, que fue el partido más votado en las elecciones italianas, ocupará la presidencia del Gobierno de derechas, coaligada con Matteo Salvini y Silvio Berlusconi, tras lograr una mayoría abrumadora. Esta la primera vez en la historia de Italia que una mujer ocupa este cargo. A pesar de haber llegado a lo más alto en su carrera, la vida de la «reina» de la ultraderecha comenzó marcada por el sello del abandono. Su madre, Anna, tuvo que criarla sola, junto a su adorada hermana mayor, Arianna, después de que su padre las desamparara marchándose a las Islas Canarias.

La suya era «una familia herida», una madre y dos niñas bajo el techo de un apartamento de la Roma «bien» que un día salió ardiendo por una vela que las hermanas dejaron encendida en su habitación. «Nos vimos en la calle», recuerda. Su madre logró vender lo que quedaba de la vivienda y mudarse al barrio obrero de Garbatella, donde entró en contacto con la política. Con 15 años llamó a la puerta del Frente de la Juventud, la organización juvenil del antiguo Movimiento Social Italiano (MSI), fundado por los últimos fascistas.

La muchacha, siempre contraria a celebrar el Día de la Liberación del nazifascismo por verlo «divisivo», inauguraba su militancia en el verano de 1992 mientras la Primera República colapsaba bajo el peso de la corrupción y las bombas de la mafia. En 1996, cuatro años después, la joven, ya conocida por su dureza dialéctica, se alzaba como líder nacional de «Azione Studentesca», el movimiento juvenil de Alianza Nacional, nuevo rostro del MSI, con la que fue elegida consejera provincial en Roma. Su ascenso fue meteórico, pasando por encima de todos los hombres, hasta que con 29 años llegó a la Cámara de Diputados, de la que fue vicepresidenta hasta 2008, cuando fue nombrada ministra de Juventud por Berlusconi.

Su auge coincide con su presidencia, desde 2014, de Hermanos de Italia, nuevos herederos del MSI, con los que ha logrado conquistar el país. En 2016 intentó ser alcaldesa de Roma, sin éxito, pero obtuvo gran popularidad haciendo campaña embarazada de su única hija. Desde entonces su protagonismo no ha hecho más que aumentar (en las elecciones de 2018 obtuvo un triste 4 %). Su éxito deriva de la explotación del descontento de la pandemia y su papel como única oposición a la difunta coalición de unidad nacional de Mario Draghi. En este tiempo ha trascendido las fronteras como simpatizante del ultranacionalista húngaro Viktor Orban o presidiendo el Partido de los Conservadores y Reformistas Europeos, el de la española Vox.