Luiz Inácio Lula da Silva lanza un beso a sus simpatizantes tras ganar la segunda ronda de las elecciones presidenciales. | Efe

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Luiz Inácio Lula da Silva ha derrotado por escaso margen al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en la segunda vuelta electoral, con lo que la primera economía de Latinoamérica ha virado hacia la izquierda. Ahora muchos contienen la respiración, dado que el mandatario en funciones no reconoció su derrota el domingo por la noche, lo que hace temer que impugne el resultado. Y es que el precedente de Donald Trump en Estados Unidos alentando a marchar sobre Washington invita a la cautela.

El tercer mandato de Lula se ha planteado como un momento de ruptura con los últimos cuatro años, en los que para muchos Brasil ha involucionado y se enfrenta a importantes retos no solo democráticos, sino también en materia climática y de consecución de derechos sociales. La lucha contra la pobreza y el hambre se han convertido nuevamente en dos de los principales argumentos utilizados por el veterano político y sindicalista. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) ya ha declarado a Lula como próximo presidente, con el 50,9 % de los votos frente al 49,1 % de Bolsonaro. La toma de posesión de Lula, de 77 años, está prevista para el 1 de enero.

«Hasta ahora, Bolsonaro no me ha llamado para reconocer mi victoria, y no sé si llamará o si reconocerá mi victoria», dijo Lula a decenas de miles de seguidores exultantes que celebraban su victoria en la avenida Paulista de Sao Paulo. En contraste con el silencio de Bolsonaro, las felicitaciones a Lula llovieron por parte de líderes extranjeros, como el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, su par de Rusia, Vladímir Putin, el canciller alemán, Olaf Scholz, y el presidente francés, Emmanuel Macron. Días antes de la votación, Pedro Sánchez había expresado su apoyo directo y firme a Lula.

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Sin embargo, una fuente de la campaña de Bolsonaro dijo a Reuters que el presidente no haría declaraciones públicas en la noche electoral. En alguna ocasión anterior Bolsonaro habló abiertamente de negarse a aceptar los resultados de la votación, haciendo afirmaciones infundadas de que el sistema de votación electrónica de Brasil era vulnerable al fraude. Una estrecha aliada de Bolsonaro, la legisladora Carla Zambelli, en un aparente guiño a los resultados, escribió en Twitter: «Les PROMETO que seré la mayor oposición que Lula haya imaginado».

En este contexto los mercados financieros podrían sufrir los rigores de una semana volátil, con los inversores calibrando las especulaciones sobre el próximo gabinete de Lula, y a su vez el riesgo de que Bolsonaro cuestione públicamente los resultados. El signo de la votación fue un reproche para el fogoso populismo de extrema derecha de Bolsonaro, que surgió de las bancas del Congreso para forjar una novedosa coalición conservadora, pero que perdía apoyo mientras Brasil registraba una de las peores cifras de muertos por la pandemia del coronavirus.

Los observadores electorales internacionales no han apreciado nada extraño y dijeron que las elecciones del domingo se llevaron a cabo de forma eficiente. Y eso a pesar de que camioneros que se cree que son partidarios de Bolsonaro bloquearon el domingo una autopista en cuatro puntos del estado de Mato Grosso. En un video que circula en las redes sociales, un hombre dijo que los camioneros planeaban bloquear las principales carreteras, llamando a un choque armado para evitar que Lula asumiera el cargo.

Dónde está Bolsonaro y cómo van a admitir sus partidarios la derrota son dos de las cuestiones clave el día después de las elecciones en Brasil. ¿Veremos una nueva movilización en las calles con conatos violentos como en Washington, tras el veredicto de las urnas? El recuerdo de Trump alentando a las masas a marchar sobre el Capitolio en unas horas de extrema tensión no es halagüeño, y Brasil es un agente de gran importancia en el actual contexto de convulsión internacional generalizada.