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Tras su discurso sobre el Estado de la Unión, ha quedado claro que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, está en una situación complicada por el techo de gasto, que los republicanos están usando como una forma de conseguir del presidente una serie de concesiones, como recortar programas sociales. Esto, en un país con tensiones raciales y polarización política, y que tiene además el reto de frenar la violencia policial.

El presidente se ha posicionado económicamente como dispuesto a subirle los impuestos a los más ricos y a las empresas que más beneficios han obtenido en el último año, como las petroleras. Biden quiere bajar los costes de sanidad y de medicamentos como la insulina. Quiere establecer topes a los precios de los medicamentos, algo a lo que hasta ahora los republicanos se han opuesto.

Se mostró también bastante proteccionista, enfatizando su nuevo plan para que toda construcción federal use productos fabricados en EE UU. Hizo hincapié en su plan para que se compren productos estadounidenses; es decir, la idea de free trade, de mercados abiertos a importar productos del exterior, ya no es tan importante para el presidente.

Claro que incluso en su propio partido hay oposición a algunas de sus propuestas más avanzadas. Cuando dijo que habrá que seguir usando coches de gasolina otros diez años hubo risas y gritos en el Congreso. Entiendo que los republicanos no tienen tanta prisa por cambiarse a los coches eléctricos.

Biden tiene el reto de conseguir que el público perciba favorablemente los avances económicos, algo que aún no lo ha logrado

Biden se jactaba del éxito económico de bajar la inflación, del pleno empleo y de una economía en crecimiento. Creo que el reto que tiene por delante es de conseguir que el público perciba favorablemente los avances económicos, algo que aún no lo ha logrado.

En cierto modo, este discurso se podía leer como electoralista. Parece dar indicaciones de que tiene pensado ser candidato presidencial de nuevo y buscar renovar su mandato en la Casa Blanca.

En el tiempo que le queda en el Despacho Oval Biden tiene que enfrentarse a una Cámara de Representantes controlada por republicanos, muchos de ellos del ala más dura

Pero en el tiempo que le queda en el Despacho Oval tiene que enfrentarse a una Cámara de Representantes controlada por los republicanos, muchos de ellos del ala más dura, como se vio en su discurso cuando Marjorie Taylor Greene le llamó mentiroso. Los republicanos más trumpistas ven a Biden débil en el tema de la inmigración y de protección de la frontera, y sin respuestas al contrabando de drogas.

En política exterior tendrá que seguir tratando el tema de la tensión con China por los globos espía, entre otras cosas. Además, dentro de la OTAN se perciben algunas grietas, sobre todo en relación con la postura de Turquía, de cara a la guerra en Ucrania.

Biden muestra su total apoyo a Ucrania en esta guerra y la concibe como una defensa de la democracia. Pero se enfrenta a republicanos cada vez más aislacionistas, que no conciben el rol de EE UU como líder de la defensa de ciertos valores a nivel internacional, sino como un país que ha de preocuparse solo por sus propias cuestiones.

Tras el acuerdo de envío de tanques a Ucrania, EE UU está deliberando si su papel ante Rusia seguirá siendo tan activo o si debe fijarse más en la amenaza que puede suponer China: la delicada situación en Taiwán preocupa mucho en estos momentos.