El presidente de Estados Unidos. | Reuters - Yuri Gripas

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Estados Unidos, la primera economía mundial, se asoma al abismo del impago, en inglés default. Se agotan los plazos al otro lado del Atlántico, y se aproxima la fecha del 1 de junio. Para entonces debería haber un acuerdo político para prorrogar el techo de deuda, algo en lo que la administración de Joe Biden se topa con un frente de congresistas republicanos de la línea más dura, reacios al acuerdo. Si este no se alcanza, la amenaza de la bancarrota que atenaza a Estados Unidos podría materializarse, algo que podría comportar derivadas desconocidas a escala mundial.

La imposibilidad de abordar una ampliación de la deuda soberana puede sumir a Estados Unidos en distintos escenarios de impago de pensiones, entre ellas las de los veteranos de guerra y algunos trabajadores del cuerpo público. Además, su valoración en los mercados internacionales de deuda se resentiría, generando una más que posible crisis financiera y una recesión, según han advertido distintos analistas internacionales en las últimas horas.

El problema no es de deuda sino meramente legal y de voluntad política, según resaltan distintos expertos, ya que Estados Unidos tiene una deuda nacional de alrededor del 125 %, algo menos de la mitad que la de Japón. Sin embargo, la facción republicana y la administración Biden se dirigen a un choque de trenes, puesto que los primeros exigen recortes estructurales en la Administración y la sanidad estadounidense que el presidente demócrata se niega a asumir. Se suceden las reuniones y las posiciones siguen igual de enquistadas, tal y como apuntan las crónicas de los principales medios internacionales.

Fuentes especializadas señalan que al llegar al techo de deuda sin que se haya promulgado un aumento de su límite, el Tesoro deberá recurrir a medidas extraordinarias para financiar temporalmente los gastos y obligaciones del gobierno hasta que se produzca una resolución. El Tesoro nunca ha llegado al punto de agotar esas llamadas medidas extraordinarias, resultando en default, aunque el Congreso ya ha estado cerca de este punto en anteriores ocasiones.

Si ocurriera esta situación, no está claro si el Tesoro podría priorizar los pagos de la deuda para evitar el incumplimiento de sus obligaciones de bonos, pero al menos tendría que incumplir algunas obligaciones de pago distintas de estos. Un incumplimiento prolongado podría desencadenar una variedad de problemas económicos, incluidos un encarecimiento de los intereses y una crisis financiera, que congelaría la producción y situaría a Estados Unidos en un escenario de recesión económica. Ello, sumado a la importancia del dólar en el ecosistema financiero global, supondría muy posiblemente un terremoto económico generalizado.