El concesionario francés, sólo tiene documentados 29 modelos de este tipo. | Juan Miguel Giménez

TW
0

Antonio Ramírez, es el propietario de este Citroën Rosalia modelo 10-A berlina de 1933, uno de los coches más fantásticos que se han fabricado y de los que, desgraciadamente, quedan muy pocos en circulación. Uno de los pocos que está en perfectas condiciones para disfrutar de un cómodo y agradable paseo por las carreteras de Mallorca.

Al escuchar a Antonio uno se da cuenta de que es un gran enamorado de los clásicos. Técnico de mantenimiento, dedica muchas horas a su gran pasión: la de restaurar coches. Tanto que se define como un restaurador. Y no le falta razón porque, visto su trabajo, se acerca a la perfección, aunque, como comenta, cuenta con la ayuda de cuatro buenos amigos que le ayudan: Pedro Arellano, Pau Vallés, Toni Crespí y Toni Rotger, con los que, además de unirle una gran amistad, comparte la pasión por la restauración de coches clásicos de distintas épocas.

Noticias relacionadas

La historia de cómo llegó este modelo a sus manos resulta un tanto rocambolesca. En 2004, Antonio acababa de terminar de restaurar un Seat 600 y su intención era hacerse con un Fort-A, pero descubrió que había demasiados en la Isla y quería algo más exclusivo. Se puso en contacto con Toni Batle, uno de los primeros coleccionista de Mallorca, que le hablo del Rosalia. Se puso a buscar en Francia, Girona y Bilbao. Así que cogió un barco y terminó en Barcelona para seguir camino hacia Girona y luego a Francia, pero una vez en la frontera se encontraron con una huelga de agricultores franceses quemando vehículos y como el coche en el que viajaban era de un amigo decidieron dar la vuelta y poner rumbo a Bilbao, donde habían mirado algún vehículo antes. Una vez en la ciudad, les enseñaron dos modelos del Rosalia 8 y 10, pero ninguno le convenció. De ahí que fueron a mirar un tercero que fue el definitivo

El coche estaba en buenas condiciones pero necesitaba algunos arreglos y eso ha sido lo que ha hecho Antonio durante los últimos años con la ayuda de sus amigos. Han ido dándole forma hasta conseguir que el vehículo quedara como quería, o sea, recién salido de fábrica. La empresa ha durado casi ocho años, pero al final ha tenido el coche que siempre ha anhelado y del que sentirse orgulloso.

También nos cuenta que es un coche único en la Isla y que lo singular de este tipo de vehículos es que tienen el récord de recorrer 30.000 kilómetros en un circuito en 134 días, después de rodar ininterrumpidamente a una velocidad media de 90 kilómetros por hora. Algo que no está nada mal para su época: era el Petit Rosalia.