Simpatizantes del Partido Popular junto a la sede del partido en la madrileña calle Génova, tras conocer los resultados electorale. | Javier Lizón

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Seis meses y seis días después del marasmo que supuso el 20D para la política nacional, los españoles han reforzado al PP y a Mariano Rajoy y han rehusado el anunciado 'sorpasso', pero, aunque todo cambia, todo sigue igual y la conclusión es la misma: sin acuerdos, España no se puede gobernar.

Si en diciembre todos los focos apuntaron a Rajoy a la espera de que tomara la iniciativa, ahora quedan pocas dudas de que es su turno: 137 diputados, catorce más que entonces y medio millón de votos recuperados le avalan para hacerlo.

«Hemos ganado las elecciones. Reclamamos el derecho a gobernar», ha proclamado el líder del PP ante el fervor de sus militantes, arremolinados en torno a la sede del partido, eufóricos y dispuestos a corear el popurrí de rigor, incluido el «sí se puede».

Rajoy quiere negociar y gobernar. Pero a ver cómo. Porque sólo la gran coalición con el PSOE le garantizaría una mayoría suficiente. Si convence a Ciudadanos, algo que le costará sangre, sudor y lágrimas a tenor de lo dicho en campaña, se quedará a seis escaños... y no parece sencillo que CDC se los proporcione.

El caso es que, aunque parecía que las peticiones de diálogo, acuerdo y el llamamiento a sumar fuerzas eran un clamor, todos aquellos que han intentado algún tipo de pacto -PSOE con Ciudadanos, o Podemos con IU- lo han pagado en las urnas.

Los seis meses transcurridos le han costado a Pedro Sánchez cinco escaños, pero se ha salvado del sorpasso, la amenaza que como una obsesión escuchaba día a día. De hecho, tras felicitar a Rajoy por su victoria, ha celebrado entre aplausos haber mantenido «la hegemonía de la izquierda».

Está por ver si consolida su liderazgo pese al nuevo mínimo histórico o si los barones se le revuelven. Pero si se mira al sur y a la derrota del PSOE andaluz, no parece que Susana Díaz esté en las mejores condiciones de dar ninguna batalla.

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Que la nueva política ha traído cambios no se puede negar. Uno de ellos, sin duda, el de los análisis electorales. Hubo un tiempo en el que todos los partidos «ganaban», pero ya no. Ni Pablo Iglesias ni Albert Rivera han ocultado su decepción. Ambos han recibido su primer revés electoral y así lo han reconocido.

Al candidato de Unidos Podemos las encuestas le colocaban como líder de la oposición en el peor de los casos. Pero en las urnas no ha gustado tanto el pacto con Izquierda Unida. De hecho, ha obtenido menos votos que los que consiguió en solitario hace seis meses, sin contar el millón que consiguió Alberto Garzón.

Cuestión de expectativas, un resultado de 45 escaños (71 sumadas las confluencias) ha sido asimilado como una clara derrota.

A Rivera, por su parte, los seis meses le han arrebatado ocho escaños. Son 400.000 votos menos, buena parte de ellos «devueltos» al PP, al que le ha salido perfecta la estrategia del voto útil ("Albert, no dividamos fuerzas; vota al Partido Popular").

Pero tampoco le ha hecho ningún favor la ley electoral. El juego de los restos se ha cebado con el partido naranja y, sus 77.000 votos de diferencia con Unidos Podemos, se han traducido en 13 escaños menos.

La jornada deja otras conclusiones, como el «efecto cero» de los casos de corrupción que han afectado al PP en los últimos meses, el impacto del «brexit» en el elector o el repunte del voto a los 'populares' en alguno de los territorios que hace poco más de un año experimentaron «el cambio».

El caso es que sí, el PP ha recuperado votantes pródigos y una buena dosis de liderazgo. Y no, no hubo 'sorpasso'. Pero, siendo distinto, el escenario post 26J es muy similar al post 20D. Y, como dijimos entonces, tal vez sea mejor no guardar las urnas de momento.