Una de las salas de la exposición en la que se abre una cosmología del conocimiento.

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Hasta el domingo de la semana que viene puede verse en el Espacio Fundación Telefónica, en pleno centro de Madrid, la gran exposición Más allá de 2001: odiseas de la inteligencia. La exposición parte de la perplejidad que provocó la novela de Clarke y sobre todo la película del visionario Kubrick 2001: Una odisea del espacio; tanto su iconografía como los aspectos del futuro que dejó abiertos ya en 1968. A partir de ese patrón, y con varios experimentos interactivos de robótica y de inteligencia artificial del que son protagonistas los visitantes, se va entrando en el macrocosmos, de momento utópico, pero al que apunta la ciencia más moderna y hasta delirante.

No falta en la muestra un repaso a la historia de la ciencia y de la evolución humana (recordemos que la película de Kubrick comienza con unos monos que ya son capaces de usar huesos en forma de herramientas contundentes). Este repaso incluye las pinturas rupestres de la cueva cántabra del Castillo, el cráneo de Miguelón (fósil humanoide de Atapuerca), un dibujo de Ramón y Cajal de las células neuronales y un grabado del Arbor scientiae venerabilis de Ramon Llull que procede de la edición de 1515.

Recordemos que Llull, con su famoso Ars Magna, fue uno de los pioneros en lo que acabarían siendo las máquinas pensantes. El genio mallorquín armó toda una combinatoria muy compleja con la que pretendía convertir a los infieles casi automáticamente. Sobre esta máquina pensante es especialista el profesor del Instituto de Ciencias Religiosas de Mallorca Jordi Gayà, y el catedrático de la UIB Llorenç Valverde escribió el libro L’Art de Ramon Llull a Leibniz.

El doctor Iluminado fue un gran adelantado a su siglo XIII y es algo que se reconoce en la exposición, que tiene contados materiales históricos.