El nuevo líder del PP posa con la plana mayor de la estructura nacional del partido, en la que Díaz Ayuso aporta un peso específico importante. | Efe

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La escena sucedió hace unos pocos días pero no por ello resultó menos significativa. El nuevo presidente del Partido Popular (PP), Alberto Núñez Feijóo, acudió a un acto con empresarios en Barcelona y ante ese auditorio habló de Cataluña como «nacionalidad histórica». Lo hizo practicando una pirueta imposible, solo al alcance de un político gallego de larga experiencia y trayectoria como él, para dejar ir sendos recados a los nacionalistas y a Vox, plasmando al nuevo PP como un engrasado mecanismo capaz de defender un argumento y casi el contrario a continuación.

Veamos. De un lado Feijóo dejó caer ante los hombres de negocios catalanes que el valor de una nacionalidad histórica como la suya se mide en función del grado de aceptación que esta proyecta de cara al exterior. Suavemente vino a decirles a los catalanes que su principal problema es la visión antipática que de ellos mismos trasladan de cara al resto de españoles con sus gestos, actitudes y palabras. Para Vox también hubo colleja, tal vez consciente de que para un partido como el PP el neocentralismo no ha reportado grandes beneficios en el pasado lejos de lo más profundo de la Meseta.

El doble juego del nuevo PP de Feijóo, el acordeón permanente entre el alma periférica y la centralista (el mismo trecho que va de la sensibilidad conservadora a la liberal que acoge en su seno) lo desplegará de ahora en adelante, mano a mano, con la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que encarna uno de sus principales liderazgos territoriales. Ambos pueden granjearle una auténtica lluvia de votos desde la derecha y el centro para resistir el empuje del fenómeno Vox, a quien no hace tanto las perspectivas electorales lo situaban peligrosamente cerca.

Todo parecía ir razonablemente bien, incluso el CIS sigue augurando buenos datos electorales para el nuevo PP, hasta que esta semana hemos conocido nuevos audios del PP de la era de Mariano Rajoy y María Dolores de Cospedal. Recordemos, el partido de gobierno de los recortes en la sanidad y educación, la ley mordaza, el veto al diálogo con quien parte de planteamientos políticos opuestos, y finalmente el de la corrupción de la Gürtel, los martillazos al disco duro de Bárcenas y el que propició la única moción de censura victoriosa de la Democracia en España. En el reciente congreso de Sevilla Rajoy salió a la palestra y se dio el baño de masas que su retirada precipitada de la primera línea política le negó. Hoy Feijóo se ve obligado a torcer el gesto ante los titulares. Dar por amortizada esa etapa pasada y que la opinión pública se lo compre.

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Curiosamente, cuando la caída de Pablo Casado se aceleró, Feijóo se apoyó en primer lugar en Juan Manuel Moreno Bonilla para proclamarse presidente del PP por vía de la urgencia y la máxima necesidad. El andaluz, el próximo en examinarse ante el veredicto de los ciudadanos, ha asumido la bonhomía tranquila y el gesto pausado de Juan Marín, su vicepresidente líder de Cs en la Comunidad andaluza, como seña de identidad propia y huye cuanto puede de la marca de la formación.

Moreno sabe que, en condiciones de normalidad, esa actitud centrada y de consenso resulta agraciada por el votante en las urnas, y por si fuera poco la izquierda andaluza anda hecha unos zorros, con las luchas y agravios aireados en público con respecto a la integración de Podemos en la lista impulsada por IU. En este sentido el PP de Feijóo puede llegar a ser más que el PP de Casado porque es capaz de exhibir y poner en práctica una variedad de registros mayor más allá del desgaste y el acoso y derribo constante (e infructuoso) al Gobierno de coalición que lidera Pedro Sánchez.

No obstante todo tiene su lado siniestro, y en este caso las dificultades podrán llegar para Feijóo de la incapacidad de mantener un discurso unívoco en el conjunto del territorio nacional, un caballo de batalla que en su día Ciudadanos y más recientemente Vox han enarbolado con éxito. Con éxito lejos de las nacionalidades históricas, claro está, pues recordemos que ni Cs ni Vox tienen la menor repercusión en la política local y autonómica de Galicia y el País Vasco, y que en Cataluña el propio PP tiene por delante mucho margen de mejora. ¿Calarán los audios de Villarejo en la mente colectiva, hasta el punto de suponer un desgaste electoral para el actual PP de Feijóo y Ayuso? Pronto lo veremos.

Su ascenso como fuerza preponderante en el panorama político nacional tomándole la delantera a Sánchez se producirá, también, en función de cómo resuelva Feijóo y el PP al completo la tensión interna en clave conservadora-liberal, así como la dicotomía entre centralismo y periferia. Con todo existen argumentos para apuntalar que el PP de Feijóo y Ayuso es una máquina electoral mucho más eficiente y perfecta que lo era en los tiempos de Casado, con el permiso de lo que embarren los trapos sucios pendientes de sus antecesores.