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Era 6 de noviembre de 1975. En Madrid, el dictador Francisco Franco agonizaba en la cama cuando cerca de 350.000 marroquíes cruzaban el Rubicón que España delimitaba en la frontera del Sáhara Occidental. Azuzados por Hassan II, niños, mujeres y hombres marchaban hacia la todavía colonia española a pie y a lomos de burros enarbolando banderas marroquíes junto a unidades militares camufladas. Fue La Marcha Verde. Una ocupación presuntamente pacífica que provocó la huida masiva de la población civil saharaui hacia la desértica región argelina de Tinduf. Y supuso la última gran crisis diplomática que se recuerda entre Argelia y nuestro país, desde el reconocimiento de la independencia del Argel en 1962.

Apenas un mes después de la invasión marroquí, el 14 de noviembre de 1975, España rubricó el Acuerdo Tripartito de Madrid con Marruecos y Mauritania, cediéndoles a sus vecinos norteafricanos la administración del Sáhara Occidental. Rompía así su tradicional promesa de convocar un referéndum entre la población saharaui sobre su independencia. Pero también, perdía la confianza de Argelia, apartada del Acuerdo de Madrid por ser la principal valedora del Frente Polisario, un movimiento militar para la liberación del Sáhara creado en 1970 y todavía vigente estos días.

Molesta y vindicativa, Argelia se lanzó a espolear al Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario, si bien no amenazó a España so pena de romper el acuerdo de suministro de gas natural que entablaba desde hacía pocos años con el monopolio argelino Sonatrach.

La llegada de los socialistas a la Moncloa en 1982 recondujo la posición de España sobre la antigua colonia, en línea con la vía explorada por la ONU de celebrar un plebiscito. El Gobierno de Felipe González trabajó también para establecer relaciones amistosas con todos los países del Magreb, lo que incluía a Argelia.

Andando el tiempo, Mauritania abandonó el Acuerdo Tripartito y Marruecos y el Sáhara, por su parte, declararon el alto al fuego en el Plan de Arreglo para el Sáhara Occidental de 1990. La negociación, por mediación de Naciones Unidas (NNUU) y de la Organización para la Unidad Africana (OUA), contemplaba también la premisa de preparar un referéndum de autodeterminación para el pueblo saharaui, que aunque nunca llegó celebrarse, ayudó a calmar las aguas entre Argelia y España.

El Tratado que selló dos décadas de amistad

No fue hasta el 8 de octubre de 2002 cuando Abdelaziz Buteflika, a la sazón presidente argelino y José María Aznar, expresidente popular, firmaron el Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación. Tal y como reconocieron aquel día sus signatarios, el pacto convertía en "estratégica" la relación entre ambos países.

En efecto, el acercamiento sirvió para regular múltiples ámbitos, desde las relaciones económicas y financieras, hasta la colaboración en Defensa y seguridad, que han perdurado hasta nuestro días.

Un año después de su firma, Aznar estrenó las reuniones de Alto Nivel entre ambos países. Después hicieron lo propio su sucesores, José Luís Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy, bajo cuyos mandatos se recuerdan seis encuentros trascedentes- celebrados en Madrid o Argel- que sirvieron para potenciar la relación energética entre ambos países en cuanto al suministro de gas y petróleo, aumentar la presencia de empresas españolas en la región magrebí o avanzar en la posibilidad de prolongar el gasoducto Medgaz, que unía la costa argelina con la provincia de Almería.

Fue tal la relación bilateral entre ambos países que hasta 2021, con Pedro Sánchez ya de inquilino en la Moncloa, Argelia era la principal sumistradora de gas a España.