El padre de Kira entrega en el Congreso las 230.000 firmas recogidas para pedir una ley contra el acoso. | Efe

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Alguien recordaba recientemente que no existe un término que dé nombre al padre al que se le muere un hijo. Tenemos ‘viudo’ y ‘huérfano’ para quien pierde a un esposo o a un padre, pero no sabemos cómo se llama a aquel progenitor que por una razón u otra debe enterrar a su vástago. Probablemente no exista una palabra que dé cuenta de lo que ha tenido que vivir en su piel José Manuel López, el padre de Kira, una chica que a los quince años dijo ‘basta’ y no quiso sufrir más. El acoso escolar se la llevó, y también la inoperancia o la falta de ayuda. Ha de ser terrible no poder amparar a quién más quieres y verlo partir sin más.

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Por este motivo, López entrega este jueves más de 230.000 firmas en el Congreso de los Diputados que piden a los políticos acción conjunta y coordinada ante una de las peores lacras que nos atañen como sociedad. El padre de Kira reclama un protocolo nacional contra el acoso escolar. Medidas fiables, instrumentos claros a los que las víctimas de bullying, en cualquiera de sus formas, puedan acogerse antes de que el túnel sea demasiado oscuro y el fatal desenlace se antoje como la única solución posible al alcance. Medidas por igual en todos los territorios del Estado, territorios donde la educación la gestionan las respectivas comunidades, cada una con sus peculiaridades y sus condicionantes.

El acoso en los ámbitos educativos -también familiares, deportivos y sociales en general- a niños y niñas en edad escolar es especialmente sangrante y despiadado porque pone en su diana precisamente a aquellos a quienes debemos una especial protección. Los críos no solo son el futuro, también expresan la medida mediante la cual una sociedad se proyecta hacia lo que vendrá, desde el momento actual y presente, con todas sus dificultades. Probablemente el padre de Kira no quiera algo muy diferente a lo que aspiran la inmensa mayoría de los españoles: que la crispación pierda protagonismo y que los políticos asuman el diálogo y los acuerdos como única forma de contribuir al bien común. Así quizás, algún día, ningún otro niño decida quitarse de en medio porque nadie tome cartas en el asunto contra los matones que lo martirizan.