A través de los datos facilitados por Protección Civil, Elizagarate ha podido estudiar los distintos desastres naturales desde 1995 hasta la actualidad. | Efe

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Las olas de calor son el desastre natural con «mayor peso» en cuanto a pérdida de vidas humanas desde 1995 en España, seguido por las asociadas a las inundaciones, y ambos fenómenos «tienen una estrechísima relación directa con el calentamiento global». Así lo ha expuesto la doctora en ciencias económicas y empresariales y profesora titular de la Universidad del País Vasco, Victoria de Elizagarate, en su investigación «Análisis del coste humano por desastres naturales en España 1995-2021», presentada durante el VII Simposium del Observatorio de Catástrofes en el que también se ha mostrado el «Barómetro de catástrofes 2021» en un acto organizado por la Fundación AON España.

A través de los datos facilitados por Protección Civil, Elizagarate ha podido estudiar los distintos desastres naturales desde 1995 hasta la actualidad y ha destacado las olas de calor como el fenómeno más peligroso, con una media anual de más de once muertes durante 19 de los 27 años estudiados. Los años 2003, 2004, 2006, 2015, 2018 y 2019 se caracterizaron por ser «los años del bochorno», ya que superaron incluso esta media con un pico de hasta 60 fallecidos en el caso de 2003, «el año de la canícula europea» según la definición de la analista.

De hecho, todos estos años, salvo 2004, fueron más tarde incluidos por la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en los grados de cálidos, muy cálidos o extremadamente cálidos. Respecto a las inundaciones, el caso más extremo se dio en 1996 con la inundación del camping de Biescas, que supuso 110 muertes, pero en la serie estudiada la media de pérdidas humanas se acercó a las 15 anuales durante 20 de los 27 años estudiados.

En opinión de Elizagarate la relación entre el calentamiento global terrestre y este tipo de desastres naturales es «directa», de la misma forma que el calentamiento global marino con los temporales marinos y los desastres causados por el viento, también objeto de estudio, puesto que «son las dos caras del mismo fenómeno». La media más baja de víctimas en relación con temporales marinos y viento se situó entre 2007 y 2013 con una media de algo más de tres muertos anuales, pero «fue una especie de preámbulo a lo que sucedió en 2014», cuando la ciclogénesis de ese año que afectó a las costas cantábricas dejó una «explosión de pérdidas humanas».

Ese año, junto con las tempestades marítimas en Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco y Valencia entre 1998 y 2002, arrojó medias de muertes humanas que llegaron a las 25 en cuanto a temporales y superaron las 11 por vientos fuertes. Otras causas de muerte por desastres naturales analizadas por Elizagarate fueron los desprendimientos y aludes -con una media de 19 muertes en 1995 y 1007- y los incendios forestales «con cifras muy similares todos los años, sin diferencias significativas». Esta especialista ha finalizado su exposición reclamando «buenas políticas de comunicación» para advertir a la población de los «innumerables riesgos» de este tipo de fenómenos.