El profesor Ramón Tamames (i) y el líder de Vox, Santiago Abascal (d), durante la segunda y última jornada del debate de la moción de censura. | Efe

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Una moción de censura sin visos posibles de éxito podría no ser necesariamente un ejercicio absurdo y vacío. Pero la de Ramón Tamames capitaneando el veto cosmético de Vox al Gobierno de coalición no solo ha sido estéril. Muchas opiniones creen que, con las sesiones de este martes y miércoles en el Congreso de los Diputados, los de Santiago Abascal se han dado un tiro en el pie propio en un momento especialmente delicado. Tratando de erosionar la imagen pública de un Gobierno al que no le faltan líos ni tensiones internas han propiciado exactamente lo contrario: estimular su cohesión y dar cancha a lucimientos personales y colectivos.

Veamos. La intervención del líder de Vox al principio de todo el maratoniano pleno llamó poderosamente la atención. Sus ataques a Pedro Sánchez eran de esperar, a eso se va a una moción de censura. Sin embargo, Abascal cargó las tintas, y de qué forma, contra los medios de comunicación. Acusándoles poco menos de conspirar y manipular los mensajes públicos, siguió la peligrosa estela de otros políticos de la ultraderecha mundial como Donald Trump o Jair Bolsonaro. Nada nuevo bajo el sol, en verdad.

Luego vino el turno del veterano economista. El mismo Ramón Tamames recordó su pasado de lucha antifascista y por las libertades en España, y también él fue el encargado de recordar que hace mucho, mucho tiempo estuvo sentado en esos mismos escaños. En aquel entonces como miembro del Partido Comunista de España (PCE); ahora a su vejez ‘compinchado’ con los «herederos de Blas Piñar», tal y como recordó en su réplica Sánchez.

El candidato a presidir el Gobierno, de 89 años de edad, planteó con tono respetuoso y sosegado la mayor parte del tiempo que Sánchez es demasiado joven para conocer en profundidad quién fue Blas Piñar y qué ‘hizo’ por la democracia en España. Quien fuera que le metiera esa referencia en su «tocho de veinte folios de respuesta» lo hizo con mala idea, aseguró, antes de desbarrar contra Largo Caballero, el conocido como «Lenin español» y según él principal instigador de la guerra. Al catedrático se le escamparon otros dejes de resabido, como por ejemplo cuando ridiculizó a quienes piden una revisión remozada del texto constitucional. Cómo iban a respetar la ley en Estados Unidos con una Carta Magna datada de 1787, cuando no queda nadie vivo de entonces, ironizó.

Cierto es que Tamames puso distancia con Vox en varios momentos de su alocución, por ejemplo cuando dijo que el Gobierno es legítimo. Lo que no es de recibo, según el candidato a la moción de censura, son los acuerdos de Sánchez y Unidas Podemos con independentistas, nacionalistas y grupúsculos que impugnan la convivencia alrededor de los valores de la Constitución de 1978. Como algunos miembros del Hemiciclo recogieron en sus respuestas y sus justificaciones al ‘No’ a la moción, el discurso de Tamames fue un verdadero y tardío viaje al centro del españolismo, enmascarado en una pretendida defensa de los valores de la Transición.

Pero más allá de los grandes principios de libertad, más allá de tildar al Gobierno de ‘Frankenstein’, solo salieron de su boca las algaradas típicas de la derecha más tradicional y conservadora. No faltaron reivindicaciones de Gibraltar español y expresiones revisionistas del golpe de Estado del 36 que avergonzarían a sus antiguos camaradas, militantes del PCE, algunos de los cuales combatieron en la guerra fraticida que desencadenó el pronunciamiento militar. Ni en eso hay acuerdo; y es que aquel que señaló la crispación y la división de las dos Españas desde el Congreso situó el inicio de la Guerra Civil en 1934, en contra del criterio compartido por la mayoría de historiadores.

La vicepresidenta Yolanda Díaz, y más tarde el portavoz del PSOE Patxi López, afearon a Tamames que se presente a una moción de censura sin un programa de gobierno alternativo. Solo traía consigo un veto a Sánchez y a sus socios progresistas, un «antiprograma» que poco decía de los retos presentes y futuros de la sociedad española. Mientras Tamames reprochaba a los diputados –a todos sin excepción muy a pesar de Abascal– los intentos de «volver a lo del 36», el candidato preconizó una encendida defensa de la lengua castellana, especialmente puesta en cuestión en territorios como Cataluña o las Islas Baleares, así como de la monarquía parlamentaria. «Está funcionando» afirmó, a pesar de los escándalos que han salpicado de forma recurrente a la Casa Real, en un aparente intento de ligar dicho modelo de Estado de forma indisoluble a la España democrática.

Tampoco han faltado los reproches de Tamames a los «mítines» o tiempos exagerados, utilizados por el Gobierno en sus réplicas al discurso del candidato a la moción de censura, o lo que es lo mismo, el tiro en el pie poco calculado de Abascal y el resto de diputados de Vox. Tal vez esperaran obtener réditos electorales por subirse a la tribuna y lanzar sin límite de tiempo sus ya conocidas proclamas. No obstante, han permitido a Pedro Sánchez y a la propia Díaz presentar nuevamente los logros de la Legislatura, e incluso brindarse grandes ovaciones mutuas.

En verdad la bancada ultra ha tergiversado un instrumento constitucional para abrir la veda de la recta final de la precampaña. Entramos ya de lleno en el barro electoral. Todos en el Congreso han votado en contra de la moción de censura encabezada por Tamames salvo el PP. Su perfil bajo enmarcado en la abstención ha conseguido al menos alejarlos relativamente del esperpento y seguir atacando a Sánchez con todo el argumentario habitual.

Ana Oramas, de Coalición Canaria, recordó al final de la sesión y poco antes de la votación a aquel insigne profesor de Economía, en cuyos manuales muchos de los presentes basaron su formación. Evocó a aquel profesor que tiempo atrás fue compañero de su padre, ya fallecido, antes de puntualizar que el proyecto de Vox no es el que necesita este «gran país». El PNV, para algunos el socio más templado del Gobierno, recordó la exigencia del cumplimiento de la ley. «Ustedes propugnan el incumplimiento» dijo el portavoz Aitor Esteban, al recordar que lo que recoge el Estatuto de Autonomía fue votado por las Cortes y aprobado por el pueblo. «Quien ha creado amigos y enemigos es usted en su discurso», afirmó. Ya sabemos que en este país los nacionalistas siempre son los otros.