El coche se fabricó durante 18 años. | Josep Bagur Gomila

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El Seat 600, símbolo de toda una época, cumple este martes 60 años, una historia cargada de recuerdos para una generación de usuarios que protagonizaron el acceso masivo al transporte privado, tras largos años de privaciones durante la posguerra.

Aquel utilitario llegado de Italia y adoptado como vehículo nacional por excelencia, supuso no sólo un éxito de ventas sin precedentes, sino toda una referencia sentimental para quienes vivieron el sueño de la automoción que simbolizaba aquel producto de finales de los 50, que marcó la llegada de la modernidad a escala mundial. Los supervivientes, cuidados como oro en paño por sus propietarios, realizan ahora nostálgicas concentraciones. El día 27 de junio de 1957 nació este mito de la automoción que coincidía con una importante transformación internacional a nivel socioeconómico. La producción del Seat 600 en la fábrica de la Zona Franca de Barcelona que poseía la Sociedad Española de Automóviles de Turismo, constituida en 1950, se matuvo hasta el 3 de agosto de 1973.

Aquella historia dio comienzo de la mano del diseñador Dante Giacosa a cargo de la casa madre Fiat, que lo presentó por primera vez en el Salón del Automóvil de Ginebra en 1955. Dos años más tarde, salía de la cadena de montaje catalana con una plantilla de 5.000 trabajadores. Una serie inicial cuyas primeras unidades se vendían por encargo y ante las que se formaron listas de espera de varios meses de duración. En doce meses su producción se multiplicó por seis y ya en su primer año de fabricación llegaron a Baleares los primeros ejemplares, que pronto establecieron un abierto contraste con los vehículos de los años 30 que aún circulaban, o los microcoches como el Biscuter, el Isetta o el PTV, que todavía dominaban el panorama vial de la Isla. Era un tiempo en que aún se podía disfrutar de una conducción tranquila en Mallorca. El 600 fue también un clásico en las casas de alquiler de vehículos para turistas y también para las autoescuelas.

A lo largo de su dilatado período de ventas, experimentó algunos cambios en su fisonomía, como la sustitucion de la apertura frontal de las puertas con bisagras vistas por la más segura de atrás hacia adelante. Si no gustaba el color se lo vendían al siguiente. El precio era de 65.000 pesetas (el salario medio anual) y se vendieron 799.419 unidades de hasta nueve versiones.