Javi Martín (d), sentado a la izquierda del Gran Wyoming en la época en la que copresentaba 'Caiga quien caiga'. | Youtube

TW
0

Testimonio de enjundia en unos momentos en los que la salud mental está más en boga que nunca. La experiencia de Javi Martín, el actor y presentador conocido por ser uno de los hombres de negro de la televisión española en el popular 'Caiga quien caiga' que entre los últimos años de la década de los noventa y los primeros dos mil emitió Telecinco, es dura, pero también contiene un mensaje de esperanza para las personas que transitan por ese oscuro túnel. Como él mismo ha admitido en una reciente entrevista en RAC1 «quien se pueda encontrar en una situación así debe saber que sí, que se puede salir».

Martín actualmente interpreta la obra Sueños de un seductor en el Teatro Lara de Madrid. Sobre ella ha hablado en el programa de la radio catalana conducido por Jordi Basté. Además ha abordado su enfermedad mental, y la forma en la cual la ha hecho público ya que, según ha manifestado, necesitaba hacerlo.

Tras un tiempo alternando personajes y trabajos más o menos visibles para el gran público Martín anunció el año pasado que sufría problemas de salud mental. Poco antes había sido diagnosticado de trastorno bipolar.

Entrevistado por el periodista catalán, Martín ha relatado que la depresión le llevó a convivir con la «angustia, el dolor, sentía que no valía nada, me costaba levantarme, y cada vez iba a más».

«Mi jefe me hacía trampas» dice, en referencia a su propio cerebro, puesto que aunque aparentemente lo tenía todo, con un trabajo y una buena situación familiar y que «no había nada negativo en mi vida», no cesaba de pensar en el suicidio según él mismo ha reconocido ante los oyentes.

Ha explicado también que le ocultó esta realidad a su pareja por miedo a la falta de aceptación; sin embargo aconseja a quien pueda estar pasando por lo mismo «que lo explique».

Sobre su episodio más complicado, ha recordado que por aquel entonces vivía en un séptimo piso. «Pasaba horas paseando por la terraza» y un día traspasó un límite. «Estuve a puntísimo de quitarme la vida; ya me había subido a la barandilla».

Qué le hizo reflexionar y cambiar de opinión en el último minuto: no fue el miedo a la muerte sino la empatía con el dolor ajeno. «En el último momento me imaginé cómo la policía llamaba a mi marido». Eso le hizo recapacitar, y le dio una oportunidad más.