Un perro con gafas de humanos, una de las modas que circulan por internet y arrasa en redes sociales. | R.L.

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‘Nala’ es la gata más rica del mundo y hace poco consiguió el Récord Guinnes. ‘Dylan’ cuenta con más de 250.000 seguidores en Instagram y sale a veces leyendo hasta el periódico. La moda llamada Pet Influencers está cada vez más presente en las redes sociales. Lo vemos sobre todo en aplicaciones como Instagram Tik Tok, y cuentan algunos con millones de seguidores. Son los tutores quienes divierten y entretienen a todo un público, incluso algunos de sus animales ya promocionan comida de animal. Su fama les reporta mucho dinero. Sin embargo, ¿hasta qué punto esta moda está humanizando a los animales?

Una información de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) señala precisamente que este tipo de conducta, en que no identificamos al animal como tal, sino como humano, puede acarrear situaciones que perjudiquen al propio ser vivo y al tutor. Se estima que el negocio en torno a las mascotas crecerá de media un 5 % cada año en Estados Unidos. En España, la industria veterinaria se ha disparado hasta un 10 %, y el gasto que hay en nutrición para las mascotas supera ya la del sector porcino.

Razas como el bulldog francés, pomerania o carlinos están de moda, y eso se observa en los miles de influencers que incluyen cada vez más cuentas paralelas de sus canes. Con la llegada de estos nuevos estímulos para ellos –estímulos ajenos a su condición natural–, aparecen problemas que empiezan a preocupar a los expertos.

Las tres F

Tomás Camps, etólogo clínico y especialista en Medicina del comportamiento en Mallorca, apunta que no hay estudios sobre la humanización en las mascotas, pero recuerda los tres patrones básicos del comportamiento del animal ante un peligro: fight, fly, freeze, (luchar, huir o congelarse). «Que hagan cosas placenteras porque nos lo parezca no quiere decir que ellos lo sientan así. No les corresponde como especie y esto puede ser peligroso para ellos y para nosotros».

Camps menciona algunos casos en redes donde animales atacan con mordiscos ante un estímulo placentero para el tutor. Por ejemplo, un caso donde unos tutores ponían al can en medio de dos personas que se iban desplazando una a cada lado: «Esto pone al animal en situación de conflicto y con la cola ya indica que se está sintiendo incómodo».

«Hay que diferenciarlo, sin embargo, del otro tipo de humanización positiva, la empatía que puedan sentir y nosotros hacia ellos». El etólogo clínico añade que el problema principal surge cuando dicha humanización pone en riesgo al animal. Entre las patologías que se originan ante un perro asustado o frustrado, aparece la agresividad y las conductas de desplazamiento–conductas normales que se realizan fuera de contexto–. Ante todo, Camps defiende la erradicación de estas modas por el bienestar animal.