La delegada del Gobierno, Aina Calvo, ha ayudado a su sobrina Sheila a afrontar la dificultad de la escritura publicando un libro con la editorial Grao en el que cuenta su experiencia. | Jaume Morey

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«Un verano, mientras estaba con una amiga, les pusimos como deberes copiar una poesía. Estuvimos una hora. Ella escribía en diagonal y en cada frase había faltas. ¿Cómo era posible? No era algo que hiciera de forma voluntaria, igual pasaba algo». Son palabras de Aina Calvo. No habla como delegada del Gobierno sino como tía de Sheila Calvo, con quien ha publicado un libro, en primera persona, sobre la dislexia. Su historia es la de la adaptación, pues este tipo de trastorno del aprendizaje, que afecta al 10 % de la población, requiere entenderlo y hacer un esfuerzo adicional para poder llegar «al mismo lugar que los demás pero desde otro punto».

La dislexia, explica Sheila, le impide leer y escribir como al resto, es más, «también tengo un mayor grado de dispersión», añade. Consciente de qué falla, ha activado los mecanismos para enmendarlo. Un ejemplo que ilustra cómo ha logrado derribar los muros es su propia trayectoria: tras superar la selectividad, se marcha a Madrid a estudiar Arquitectura en la Universidad Politécnica. Según Aina Calvo: «Es muy recomendable dejarse llevar por la capacidad, saber que hay cosas a las que no puedes llegar y hacerte fuerte en las que sí». Se trata, en definitiva, de crear una propia estrategia aunque también de la suerte de encontrarse con profesores vocacionales que entienden y trabajan la diversidad dentro de las aulas.

Francisca Pol Payeras

«Tenía una profesora de Catalán que me ponía muchos trabajos para subir notas. Yo siempre voy a por el 10, pero en los exámenes sacaba un 6 y ella me daba la oportunidad». Y ése es su mensaje, sencillo, sin edulcorantes: ser disléxico hace que sea más difícil pero no imposible, simplemente, «costaba más». Sin embargo, las nuevas tecnologías también están de su parte. «La profesora me pidió un trabajo y lo hice sobre Terenci Moix, me encanta el escritor». Sin haber leído nada del autor, fue capaz de conocerle, a través de opiniones, de entrevistas y elaborar su propio proyecto audiovisual. Los power point, el vídeo o los trípticos son sus herramientas de estudio aunque no infravalora el apoyo que ha necesitado.

La profesora de Catalán se llama Francisca Pol. Hubo otras, pero Sheila la recuerda con especial cariño «por la capacidad que tuvo de ofrecer un abanico de oportunidades al alumnado». La lástima es que esta práctica, pese a los avances de la LOMLOE, «depende de la voluntad o de la iniciativa de los docentes, no está tan instaurada», señala Aina Calvo. «Atender a la diversidad hace mejor la calidad del proceso de educación. No tiene sentido que lo dejemos como un acto de fe», añade.

Junto a los educadores, para enfrentarse al proceso que marca el aprendizaje, Sheila remarca la palabra apoyo. El de sus padres, el de la familia, la logopeda... Así que, ante todo, hace una recomendación: «En caso de sospecha, que pidan hacer las pruebas porque sin un diagnóstico, no se hacen adaptaciones», dice. «Las etiquetas son traicioneras pero te ayudan a sentirse arropado».

El apunte

El libro ‘Como yo lo veo, como yo lo leo’, ya en el mercado

Sheila Calvo en primera persona y Aina Calvo como colaboradora y coautora han elaborado el libro ‘Como yo lo veo, como yo lo leo’ con la intención de «ayudar a que no haya tanto fracaso escolar». El documento, disponible en cualquier librería, es una aproximación al trastorno para ayudar a detectarlo y que se conozca lo que es, «una toma de conciencia».