La confesión del asesino de Juana Canal: «La enterré en dos hoyos». | RAÚL SANCHIDRIÁN

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«La enterré en dos hoyos». Así ha confesado Jesús P.H., casi veinte años después, cómo descuartizó y ocultó el cadáver de Juana Canal cerca de una finca de su familia en el municipio abulense de Navalacruz, a unos 100 kilómetros del barrio madrileño de Pueblo Nuevo, donde se perdió la pista de esta mujer cuando tenía 38 años. Desde un primer momento la familia de la desaparecida sospechó del nuevo novio de Juana, que se había separado de su anterior pareja, ya que en ningún momento se implicó en la búsqueda de la mujer, pero en aquella época la Policía no certificó que se trataba de una desaparición forzosa.

Ahora, según fuentes de la investigación, el detenido ha contado con esas palabras qué pasó. «Durante veinte años nos han intentado hacer creer que nos abandonó, incluso a sus dos hijos, es terrible», lamenta en declaraciones a Efe Inma, sobrina de Juana Canal. Pero el caso, aparentemente almacenado en un cajón por el paso de los años, volvió a ponerse encima de la mesa después de que en 2019 un senderista encontrase un fémur y un cráneo, ambos correspondientes al ADN de la desaparecida, a muy pocos kilómetros de una finca de la familia del principal y único sospechoso.

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La mañana de este jueves, en el interrogatorio de los investigadores en la Comandancia de la Guardia Civil de Ávila, Jesús P.H. ha confesado que en febrero de 2003 enterró el cuerpo de la que era su pareja en dos hoyos que horas más tarde ha señalado sobre el terreno a los agentes, algo que realizó sin colaboradores, según fuentes de la investigación. «No hay años ni vidas para que pague el dolor que ha causado», remarca Inma tras conocer la noticia. Ahora, los agentes tratan de completar algunas piezas del puzle de este crimen, como la forma y el lugar exacto en el que el investigado pudo acabar con la vida de Juana, así como la manera en la que transportó el cadáver hasta la finca donde se centran las pesquisas.

Pese al hallazgo de los restos óseos pertenecientes a Juana Canal, su familia no supo nada de su paradero hasta el pasado verano, cuando la asociación SOS Desaparecidos le comunicó la coincidencia del ADN de los huesos encontrados en Ávila con el perfil genético de la desaparecida. A partir de entonces el juzgado de Instrucción número 3 de la provincia castellanoleonesa, que se hizo cargo del caso, impulsó varias diligencias policiales, en su mayoría encaminadas a obtener pruebas sobre la implicación de Jesús P.H. en el supuesto crimen machista. Mientras se ordenaba la inspección de la Policía Científica y Judicial del piso de la madrileña calle Boldano en el que vivía Juana, donde casi dos décadas después no se hallaron vestigios relevantes para la investigación, el juzgado autorizó el «pinchazo» del móvil del principal sospechoso.

Las noticias sobre los avances en la investigación de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Policía Nacional acrecentaron el «nerviosismo» que mostraba Jesús P.H. en sus conversaciones telefónicas, en las que, según han confirmado a Efe fuentes próximas al caso, el sospechoso llegó a decir que no creía que le pillasen. Además de esta declaración autoincriminatoria, el abogado de la familia de Juana Canal, Juan Manuel Medina, destaca a EFE que ya en febrero de 2003, cuando se denunció la desaparición, los indicios que inculpaban a este hombre eran «sólidos», entre otras razones porque, pese a ser su pareja, no colaboró con la familia en la búsqueda y dejó una nota a sus hijos en la que decía que su madre se había ido después de una «discusión» y de haber tomado «pastillas».