La cabeza de los langostinos tiene un alta contenido de cadmio.

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Pocos conocen las consecuencias de chupar la cabeza de las gambas. Un acto que se repite cada año en casi todas las mesas de Navidad de todas las casas de España y puede llegar a ser perjudicial para la salud. La gambas, junto a los langostinos, son por tradición uno de los platos clave en las comidas y cenas navideñas de la mayoría de hogares. Aunque todo apunta a que se trata de un alimento saludable, lo peor de estos crustáceos está en la cabeza: las vísceras de los mariscos contienen niveles de cadmio que pueden superar los recomendados por los médicos.

Chupar las cabezas de las gambas, langostinos, cigalas y resto de crustáceos es un hábito tan español como desaconsejable. Es malo para la salud. Según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESAN) es recomendable limitar su ingesta para minimizar la exposición de los consumidores al cadmio, un metal presente en las aguas marinas que contamina la carne del marisco, fundamentalmente las vísceras de su cabeza, y que puede causar disfunción renal.

Este material lo absorbe el cuerpo humano al chupar las cabezas de las gambas. Según indica la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) el metal tiende a acumularse en el organismo, especialmente en el hígado y el riñón, y tarda en eliminarse entre 10 y 30 años. Otro de los efectos, aunque menos grave, que puede producir el chupar la cabezas es diarrea o dolor de estomago. Los langostinos, típicos de estas fechas, también contienen altos niveles de colesterol. Por este motivo, los expertos recomiendan comerlos acompañados de otras cosas y en pequeñas cantidades.

Según el calculo de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria, los niveles de cadmio seguros para una persona por semana no deberían superar los 2,5 microgramos por kilo de peso y por semana. Es decir, una persona de 70 kilos podría ingerir 0,175 miligramos a la semana. Los mariscos en las partes blancas tienen unos 0,08 miligramos por kilo, mientras los niveles aumentan considerablemente en las parte de las vísceras. En el caso de las cabezas de las gambas, multiplica por cuatro esos niveles, y en el del cangrejo, por treinta. Así que con pequeñas raciones ya se podrían estar superando los niveles seguros.