El cineasta Agustí Villaronga. | M. À. Cañellas

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El director de cine Agustí Villaronga ha fallecido la madrugada de este domingo a la edad de 69 años. El cineasta, ganador de múltiples reconocimientos como el Goya o la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes, sufría un cáncer desde el año 2021, como él mismo anunció en un programa radiofónico de las Islas en el mes de noviembre de 2021, a pocos días del estreno en salas de cine de su película El ventre del mar.

Agustí Villaronga nació en Palma un 4 de marzo de 1953 y aunque su primer corto profesional llegó a los 23 años, desde niño mostró afán y pasión por el mundo del cine. Y es que al joven Villaronga, el amor por el celuloide le vino de familia. Su padre, enamorado del Séptimo Arte, coleccionaba cromos de actores y con él jugaba a crear proyecciones de la manera más rudimentaria y pura posible: dibujos, linternas y cerillas. Fue la chispa que prendió hasta convertirle en el más importante director que ha dado Mallorca, laureado con varios Goya y el reconocimiento de todo su gremio.

La suya era una vocación clara y obvia. Tan vocacional era que, con solo 14 años, Villaronga intentó entrar nada más y nada menos que en la escuela de Rossellini, pero como contó en alguna entrevista: «Me dijeron que era muy joven». Así que al final se decidió por estudiar Geografia e Historia y entró en la compañía de teatro de Núria Espert para formarse. Esto fue, seguramente, parte de lo que influyó en su estilo narrativo y visual.

Con 16 años ya rueda su primer cortometraje, hecho con unos amigos, titulado La creación, al que siguió Anta 3. Preludios de sus primeros cortos semiprofesionales: Anta-Mujer, Al-Mayurqa y Laberint, que pusieron las bases de las temáticas que exploraría en su carrera.

Pero Villaronga, lejos de ser solo director, era un artesano del cine, como un director de orquesta que sabe cómo funciona cada pequeño aspecto de su función. Esto se debe a que en el lapso de 10 años desde Laberint hasta su primer largometraje, Tras el cristal, Villaronga fue actor, figurinista, guionista, encargado de vestuario, etcétera. Él mismo declaraba que «conozco este mundo porque lo he vivido».

El resultado de opera prima fue la confirmación de que había un director con un mensaje, con una mirada y con mucho que decir. Tras el cristal tuvo muy buena acogida en Berlín, por ejemplo, y sirvió de escalera hasta el trampolín que fue, esta vez sí, El niño de la luna (1989), que le valió su primer premio Goya a título personal a la edad de 37 años en la categoría de Mejor Guion Original (aunque se llevó 3 de 11 nominaciones) y fue seleccionada en el festival de Cannes. A pesar de ello, comercialmente no funcionó demasiado, algo que Villaronga comprendió: «No hago cine para tener éxito».

¿Qué cine quería hacer Villaronga?

Profundo, hondo, amplio, peligroso por incómodo, pero calmado y poético. En otras palabras: El mar (2000), la gran adaptación de la obra de Blai Bonet, en la que trabajó con Biel Mesquida y Toni Aloy y de la cual, el propio realizador dijo que eran tan sórdida como luminosa, bella, inquietante, poética y llena de amor por sus personajes.

Un momento del rodaje de 'El mar' en Biniali, en 1999
Un momento del rodaje de 'El mar' en Biniali, en 1999. FOTO: PERE BOTA

El mallorquín, a su vez, compaginó de la mejor manera su visión personal con los trabajos de encargo, algo que realizó durante gran parte de su trayectoria, pero que culminaría con la que sería su cinta más laureada: Pa negre (2010), basada en textos de Emili Teixedor y rodada en catalán. Arrasó con nueve Premios Goya, entre ellos Mejor Película, Director y Guion Adaptado. Fue su mayor éxito tanto a nivel de crítica como comercial y el preludio al Premio Nacional de Cinematografía que le elevaría a las alturas del Séptimo Arte español, consagrándolo para siempre y que él recibió, como declaró a Ultima Hora, «flipado», con buen humor.

Pero todo aquello era solo un año, muy bueno, sí, pero Villaronga lo dejó atrás porque a él solo le interesaba hacer una cosa: contar historias. La serie Carta a Eva o las cintas Incerta Glòria, que triunfaría en los Premis Gaudí, o Nacido Rey, serían algunos de sus últimos trabajos, aunque no solo la gran pantalla le atrajo como atestiguan sus incursiones en el mundo del teatro como su dirección de la obra Clitemnestra. La casa dels noms, estrenada en el Teatre Principal de Palma en septiembre de 2020.

Parte del equipo de 'El ventre del mar' el año pasado en el Festival de Málaga
Parte del equipo de 'El ventre del mar' en el Festival de Málaga de 2021.

Ese mismo año rodó la última película que vio estrenada, El ventre del mar, adaptación de un texto de Alessandro Baricco que arrasó en el Festival de Málaga insaturando un récord de galardones con seis Biznagas y que parecía el preludio de otro año triunfal en su carrera. No llegó a tanto, aunque recibió un nuevo Premio Goya a Mejor Guion Adaptado, sumando tres a título personal en toda su trayectoria.

Villaronga tenía gran sentido del humor y bromeaba con el hecho de que le encargaban proyectos con niños porque debían pensar que los dirigía bien, algo que él relacionaba con el hecho de sufrir algo de «adolescencia retardada». No es descartable ya que él era, sobre todo, un culo inquieto en cuanto a proyectos se refiere. Estaba en mil. Prueba de ello son los dos filmes que no han podido ver la luz a tiempo, de los cuales el más avanzado de ellos es Loli Tormenta, su primera comedia.

Mallorca pierde a su cineasta más importante, más laureado y más poético, referente de tantísimos artistas de diferentes disciplinas, maestro de todos y narrador predilecto. Su llama se ha apagado, pero siempre quedarán las historias que ceró y que empezaron con unas cerillas, unos dibujos y la imaginación de un niño, que nunca perdió.