En el saber general ha quedado el nombre de Jean- François Champollion como el sabio que hizo posible leer la piedra de Rosetta, una estela de 760 kilos de peso, escrita en tres lenguas, que dormía entre un montón de escombros en el delta del Nilo hasta que fue encontrada en la campaña egipcia de Bonaparte. Dolnick nos revela que Champollion no fue el único que participó en esta aventura intelectual. Otros estudiosos se volcaron en el reto de intentar descodificar la escritura jeroglífica, pero quien estuvo más cerca de lograrlo fue el inglés Thomas Young, un sabio que destacaba en campos tan diferentes como la física y la lingüística.
El libro del escritor estadounidense, que ha forjado su carrera escribiendo obras de divulgación científica e histórica, da cuenta de todas las dificultades materiales e intelectuales que tuvieron que afrontar Champollion y Young para desvelar los misterios de la escritura del antiguo Egipto. La piedra Rosetta fue clave para solucionar el rompecabezas, pero se necesitaron otras fuentes para despejar todas las incógnitas que planteaban los jeroglíficos.
Irene Vallejo, la autora del magnífico y superventas “El infinito en un junco”, dice de este libro que es “un viaje al corazón del enigma, la historia del libro de piedra que nos enseñó a descifrar códigos secretos, la hebra que une el antiguo Egipto con el nacimiento de la informática, el nexo entre Champollion y Sherlock Holmes”.
No le falta razón a Vallejo, La escritura de los dioses relata esta odisea lingüística como una carrera intelectual entre dos personajes muy diferentes entre sí y además la enmarca en su época, cuando Inglaterra y Francia estaban en guerra para disputarse en todos los frentes la supremacía mundial y Egipto era solo una sombra del rico y poderoso país que fue en la antigüedad.
La escritura de los dioses. Descifrando la piedra de Rosetta
Edward Dolnick
Traducción de Victoria León
Ediciones Siruela
337 páginas
]]>Todos sabemos de la importancia de los bosques para el equilibrio medioambiental y los muchos beneficios que aportan los grandes vegetales a la humanidad y al planeta. Por ello hay que saludar siempre cualquier acción que contribuya a fomentar su protección y conocimiento.
Esa labor, como bien demuestra la fiesta del municipio cacereño, también la pueden desarrollar los ayuntamientos sin necesidad de grandes dispendios. Maó, por ejemplo, cuenta con el acogedor parque de Es Freginal donde conviven más de 75 especies arbóreas distintas. Qué fácil sería que al pie de cada una se colocara un pequeño cartel informativo para señalar su nombre. De ese modo los viandantes podríamos aprender un poco más de esos pilares de la vida, esos ángeles con ramas que crecen en aquel oasis de la ciudad.
Por algo se dice que conocer es amar.
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