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Los ciclos de vida de las empresas de internet pueden llegar a ser muy cortos si los llegamos a comparar con una empresa tradicional. Un claro ejemplo es lo que le ha pasado a Vine.

Vine nació en junio de 2012, creada por Dom Hoffman y Rus Yusupov. En octubre del mismo año Twitter la adquirió porque consideraba que compartían una misma filosofía, contenido creativo de duración limitada. En el caso de Twitter, los mensajes se limitan a 140 caracteres; en el caso de Vine, se trataba de vídeos de hasta 6 segundos que se repetían en loop.

Vine tuvo su momento fuerte durante los primeros años de vida, sus usuarios (viners) demostraban el talento audiovisual a través de sus perfiles y fueron foco de atención de algunas marcas. Pero la competencia en Silicon Valley además de dura, es rápida, y con la aparición primero de los vídeos de Instagram y después de Snapchat, Vine comenzó a perder fuerza.

Twitter no está pasando su mejor momento, todavía tiene que dar con la clave para monetizar tanto como querría y para seguir creciendo en número de usuarios. Es por eso que el pasado mes de octubre decidió cerrar la aplicación que le estaba suponiendo un gasto y no generando ingresos.

Esta semana, concretamente el día 17, ha sido el último día para poder descargar los vídeos que se tenían colgados en esta red social. Se desconoce qué ocurrirá con ese contenido, si quedará almacenado en los servidores de Twitter o si desaparecerá del todo.

Pero Vine realmente nos dice un adiós y un hola de nuevo. Vine no se muere, sino que se adapta y nace como app de vídeos cortos para Twitter, como vendría a ser Boomerang a Instagram. Es cierto que existen muchísimas app de vídeo y tendrá muchos competidores, pero al menos, para aquellos que les gustaba hacer sus vines, tendrán la oportunidad de seguir haciéndolos; eso sí, lo tendrán que compartir en la red social Twitter. ¡Suerte en el nuevo camino Vine!