Uno de los pasillos de la sección de bricolaje en Fita Ibicentro. | DANIEL ESPINOSA

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“Llevo el ser empresario en la sangre y siempre quise tener una empresa que tuviera de todo. Lo conseguí”. Quien habla es Joan Tur Juan ‘Fita’ (Eivissa, 1947), fundador del centro comercial Fita Ibicentro, un espacio con más de 8.000 metros cuadrados en el que sus clientes pueden encontrar más de 100.000 artículos relacionados con el bricolaje, la jardinería, los muebles, electrodomésticos, ropa de hogar, chimeneas, puericultura, ferretería, limpieza o bellas artes, entre otros. Un lugar donde resulta difícil no encontrar lo que uno busca ya que “si no lo tenemos, lo pedimos”, asegura ‘Fita’.

Pero la semilla de esta gran empresa, en la que trabajan 60 empleados, la puso el padre de Joan en la década de los años 40 del pasado siglo, cuando se encargó de las obras de reconstrucción de la iglesia de Sant Elm, en el corazón del barrio de la Marina de Eivissa, destruida durante la Guerra Civil. Entonces, todo el material de construcción tenía que importarse desde la Península y ‘Fita’ aprovechó la ocasión para, además de autoabastecerse, vender sacos de cemento a otros ibicencos.

Una época que Joan recuerda muy bien ya que a los diez años ya acudía todos los sábados al puerto de Eivissa con una escoba para recoger todo el cemento que se había caído por los agujeritos de los sacos de yuta que se depositaban sobre el muelle. “Con todo lo que recogía podía llenar otro saco de cemento; no se perdía nada entonces”, apunta ‘Fita’.

A pesar de que Joan consiguió sacarse el título de delineante en la Escola d’Arts i Oficis, en su mente no tenía otra idea que la de hacer crecer la empresa de su padre, más dedicado al mundo de la construcción que a los negocios. La llegada del ‘boom’ del turismo a Eivissa también provocó un incremento de la construcción gracias a la apertura de nuevos establecimientos hoteleros que Fita Materiales de Construcción aprovechó para sumar cuota de mercado. “Vendíamos miles de sacos de cemento cada día y puedo decir con orgullo que el 90% de las casas que entonces se construyeron en Eivissa llevan las viguetas Freyssi que solo nosotros vendíamos en la isla”, asegura Joan ‘Fita’.

Fue en esta época cuando consiguieron una nave industrial en la avenida de Sant Joan de Labritja, en el polígono Can Bernat, a cambio de llevarles el transporte de cemento a su propietario. Antes, también habían tenido un almacén en la calle Aragón de la ciudad de Eivissa.

TRATO PERSONALIZADO. Durante las últimas décadas Joan ‘Fita’ ha visto cómo muchas empresas competidoras se instalaban en su zona pero casi todas han tenido que cerrar, alguna de ellas incluso multinacionales. “Supongo que no han hecho las cosas bien”, apunta el empresario, que desde hace seis años está jubilado aunque acude cada día a su empresa “solo para dar consejos y ver cómo funciona todo”.

‘Fita’, que ahora ha dejado el negocio en manos de su hija Marta (su otra hija, Olga, también intentó sumarse al proyecto pero al final lo dejó), revela que el gran secreto de su éxito empresarial se esconde en el “trato personalizado al cliente. Quiero que mis trabajadores estén a su lado y que si necesitan llevar un gran paquete hasta su coche que se lo lleven mis trabajadores”.

Sin embargo, Joan ‘Fita’ también sufre uno de los grandes hándicaps de los empresarios ibicencos: la falta de trabajadores profesionales. “El trabajador de hoy en día no es responsable porque les puede más el ir de fiesta que las obligaciones”, se queja ‘Fita’.

SIN CRISIS. El ‘alma máter’ de Fita Ibicentro sostiene que la crisis económica que empezó hace una década apenas afectó a su empresa. “La de 1992 sí que fue muy fuerte porque muchas constructoras nos dejaron a deber muchos millones. Salimos de aquella gracias a los créditos bancarios pero la de 2007 no la notamos porque cada año que pasaba crecíamos más y más. Nos gastamos mucho dinero en publicidad y en darnos a conocer pero la gente sabe que detrás hay seriedad y calidad en el servicio, no engañamos a nadie”, apunta Joan ‘Fita’.

Paseando por los incontables pasillos de Fita Ibicentro, todos los trabajadores saludan con afecto a Joan, sabedores que aunque quizás ya no se ocupe del día a día de la empresa él siempre será el jefe. ‘Fita’, que conoce perfectamente el nombre de todos sus empleados, vigila que sus clientes estén bien atendidos y no duda en corregirles si encuentra que las cosas no se están haciendo a su gusto.

Joan Tur no es muy dado a aparecer en medios de comunicación y muestra cómo una de sus últimas entrevistas, que tiene colgada en su despacho, se la hicieron en 1986. También guarda como oro en paño el primer presupuesto que se hizo para la reconstrucción de la iglesia de Sant Elm, en la que su padre figuraba como maestro de obras, y que ascendía a un millón de pesetas (6.000 euros). “Luego creo que costó tres millones”, afirma con una carcajada.

También muestra con orgullo las numerosas placas que varias marcas internacionales le han entregado por ser el distribuidor número uno de su producto en todo el país. ‘Fita’ agradece la confianza durante todos estos años de los ibicencos y explica con satisfacción cómo ha ayudado a muchísimas familias de la isla a construirse su vivienda pese a sus limitados ingresos.

En cuanto al futuro del comercio en la isla de Eivissa, Joan Tur considera que la peatonalización de muchas zonas del centro de la ciudad perjudica a los comerciantes. “No se puede circular por ningún sitio y la gente ya no va al centro. El futuro del comercio está fuera de la ciudad”. Una de las medidas que ‘Fita’ implantaría sería la gratuidad de la zona azul durante la primera hora de aparcamiento para que los ciudadanos tuvieran tiempo suficiente para realizar sus compras, “y a partir de la primera hora, un buen palo”.

FUTURO. En cuanto al futuro, Joan aconseja a su hija “que no se meta en camisas de once varas. Le he dejado un negocio saneado, sin quebraderos de cabeza y tiene que mantenerse así”.

‘Fita’ asegura que ha trabajado “mucho por esta empresa, el sacrificio de toda una vida, pero ha valido la pena”. Un sacrificio que le supuso no pasar todo el tiempo que él hubiera querido junto a su familia pero del que se siente “satisfecho, feliz y realizado”.

De hecho, Joan avisa que, pese a estar jubilado, seguirá yendo cada día a su despacho “porque pienso seguir trabajando hasta el día que me muera. Si fuera de los que van a tomar el sol a los bancos de s’Alamera a los dos días estaría muerto”, explica entre sonrisas.