Existe confluencia de bisutería de calidad y la joyería asequible.

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El sector de la bisutería menorquín mantiene su recuperación y su confianza tras la crisis económica, aunque la cifra de negocio del año pasado bajó respecto de 2017. La facturación del sector bisutero a nivel nacional alcanzó en 2018 los 300 millones de euros, aupada sobre todo por el incremento de las exportaciones, pero lejos de los volúmenes previos al pasado 2008.

Curiosamente, en las exportaciones es donde se detectan mayores cambios, tal y como reflejan los datos del ICEX, ya que la bisutería es un sector de moda que ha incorporado nuevos materiales como el textil o el cuero, pero que se escapan de la contabilización de partidas habituales en la definición sectorial como asociación.

«Las empresas han tenido que innovar, tanto en los materiales como en los diseños, con dos colecciones cada año de primavera-verano y otoño-invierno. Y para competir con los importadores asiáticos han tenido que ofrecer precios competitivos, adaptándose a las necesidades de cada cliente, con acabados personalizados según sus necesidades y plazos de entrega más ajustados», explica José Moreno, presidente desde 2012 de Sebime, la Asociación Nacional de Fabricantes de Bisutería, cuya sede está en Maó.

«Al mismo tiempo se ha producido una selección natural de empresas y las que se mantienen en el mercado, han salido reforzadas», añade Moreno, quien recuerda que en Menorca el sector genera 300 empleos directos y mantiene su hegemonía en el mundo como fabricante de componentes para producto acabado de calidad en bisutería.

LA NUEVA REALIDAD. Desde 2008 el sector de la bisutería menorquín está viviendo una transformación profunda con un cambio de modelo de negocio que ha venido provocado por la desaparición de los mayoristas. Así lo afirma un informe realizado por Sebime en el que, salvo excepciones, el nuevo perfil de negocio de bisutería que actualmente se impone es la microempresa con menos de 10 empleados dedicada al diseño y la comercialización, y algunas de ellas con el proceso de fabricación externalizado. «Antes de la crisis el producto salía del fabricante hacia el mayorista, que luego comercializaba a los detallistas, pero ahora la figura de este intermediario prácticamente se ha extinguido, por lo que las ventas se realizan directamente a las tiendas», afirma el presidente de Sebime.

Las causas vienen provocadas en parte por la propia crisis económica, pero también por la entrada masiva de productos importados sin ningún control de las medidas sanitarias. Unas importaciones que generaron un terremoto en el sector e hicieron que muchos de las grandes empresas se vieran obligadas no solo a fabricar sino también a luchar por la comercialización.

«El perfil del fabricante de bisutería ha cambiado en estos diez años y también se nota una reducción de los pedidos, ya que se venden menos piezas por modelo. En muchos casos, nos hemos convertido en proveedores de proximidad para suplir las carencias del producto asiático, del que las grandes marcas textiles que comercializan bisutería se nutren», afirma Moreno, quien también añade que los fabricantes de componentes siguen manteniendo su estructura de fabricación al servicio de los fabricantes de bisutería acabada y también enfocados a otros sectores como pueden ser la marroquinería, el calzado o la confección.

Otro fenómeno de la transformación del sector ha sido el florecimiento de nuevas marcas de bisutería. «En los últimos años se ha producido un boom con la aparición de marcas nuevas de pequeños fabricantes o artesanos, con un nivel muy alto de diseño y calidad de productos en los que el montaje de las piezas es manual», expone el presidente de Sebime.

«Esto también ha favorecido una confluencia creciente de la bisutería con la joyería asequible en el sentido que la bisutería de alta calidad puede trabajar en el mismo segmento de mercado que la joyería más asequible o incluso joyería de un cierto nivel, trabajada en plata o chapados», concluye Moreno.