David Gibert es el propietario de la joyería Fet @mà, situada en Santa Eulària des Riu. | DANIEL ESPINOSA

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La joyería tradicional ibicenca es uno de los grandes atractivos de la cultura pitiusa. Los días de fiesta, las pageses lucen sus joyas de oro y plata tanto en el pecho como en los dedos de sus manos. Unas joyas que antiguamente solían ser regalo del novio a la futura esposa. Anillos, botones, collarets y cruces que luego pasaban a la siguiente generación, por lo que buena parte de las emprendades que hoy en día muestran las balladores ibicencas llevan más de cien años en la familia.

Sin embargo, y a pesar de la buena salud que muestra el folklore propio de las Pitiüses, son muy pocos los joyeros en Eivissa que crean con sus propias manos las joyas típicas de la isla. Uno de ellos es David Gibert, gerente de la joyería Fet @ mà, en Santa Eulària des Riu. Un negocio que puso en marcha en 2006, cuando apenas contaba con 25 años, y abrió un local en la Vía Púnica de la ciudad de Eivissa donde fabricaba joyas para otras joyerías. “Nos dimos a conocer en las ferias de artesanía de las fiestas de pueblo”, explica. El éxito fue tal, que en 2011 abrieron su actual establecimiento, en el que uno puede ver in situ cómo David o sus dos otros compañeros de taller dan vida a las joyas que luego exponen en las vitrinas. “A la gente le gusta que el taller esté a la vista, que se pueda ver cómo se hacen”, asegura David.

Gibert se basa en las joyas tradicionales para crear modernos diseños que pueden lucirse en ocasiones especiales, pero también en el día a día. Creaciones que no pasan de moda entre los ibicencos, los principales clientes de Fet @ mà. “Tenemos un diseño de pendientes desde 2006 que me gustaría cambiar, pero no lo hago porque se vende muchísimo”, afirma el joyero, quien añade que la joyería tradicional ibicenca y los diseños inspirados en ella suman el 80 por ciento de su negocio. A diferencia de la mayoría de joyerías de Eivissa, que importan las joyas propias de las Pitiüses de talleres peninsulares, en Fet @ mà controlan todo el proceso de producción y están al día en nuevas tecnologías, como los diseños y la impresión en 3D, para la creación de nuevas joyas. “Los clientes buscan joyas originales y personalizadas y nosotros nos adaptamos a sus necesidades y gustos”, destaca.

INICIOS. Los padres de David abrieron su primera joyería en Eivissa en 1992, en el pasaje Castaví. Su madre había trabajado en una fábrica de joyas en Lleida y pensaron que su hijo podría ayudarles en las reparaciones, por lo que David, con 17 años, viajó a Córdoba, cuna de la joyería a nivel mundial, para aprender el oficio de joyero. “La joyería no era vocacional, yo me quería dedicar al submarinismo y ser instructor de buceo. Y no me gustó porque allí se trabaja en serie: uno repasa con el taladro, otro lima, otro pone piedras, otro pule, otro funde… Y encasillarte así me parecía monótono”.

No fue hasta el año 2003, cuando nació su hijo, cuando le dio por empezar a crear joyas ibicencas. Una idea que le ha valido el reconocimiento como Premio Pimeef al Joven Empresario 2019. “El premio no cambia nada, pero se agradece que reconozcan tu trabajo. A nosotros no nos gustan los desfiles ni el mundo de la moda, somos más ratas de taller. Me gusta que la gente valore nuestro trabajo sin que hagamos demasiada publicidad de lo que hacemos”, apunta David.

MATERIA PRIMA. La joyería está muy condicionada por el coste de la materia prima. En este caso, la plata y el oro. Dos metales preciosos cuyo precio no ha parado de crecer en la última década. Sobre todo el oro. “Hace diez años el precio del oro estaba a 25 euros el gramo y ahora está a 46 euros, su máximo histórico. La situación geopolítica mundial afecta mucho: con el coronavirus y la muerte del general iraní por parte de Trump ha provocado que el precio del oro se dispare. Hacemos muchas joyas en plata, que no se ha encarecido tanto como el oro”, afirma Gibert.

El gerente de Fet @ mà asegura que las joyas han dejado de ser el regalo predilecto en celebraciones como San Valentín o el Día de la Madre. “La joya no está de moda y la gente compra mucho por internet, y eso nos hace daño. Hace años grababa cien esclavas en un día y ahora, tres o cuatro”, señala. No obstante, Gibert no quiere quejarse “porque nos va súper bien y, además, nosotros somos productores, creamos nuestras propias joyas, por lo que estoy tranquilo”. Otro de los inconvenientes a los que se enfrentan los joyeros son los gastos en seguridad para salvaguardar las joyas de los ladrones. “Tenemos que asumir inversiones muy fuertes para cumplir con la normativa de seguridad. Las medidas en seguridad son muy caras”, explica.

INTRUSISMO. El mundo de la joyería también sufre intrusismo en el sector. “En muchos mercadillos se venden como de plata joyas con aleaciones de plata muy bajas que se compran en países asiáticos”, destaca Gibert, quien lamenta que en Eivissa, desde hace varios años, no exista ningún laboratorio de contraste de materiales preciosos que certifique que el material que compran sea de la calidad que dice ser. Esto obliga a los joyeros ibicencos a enviar oro y plata a laboratorios de Mallorca o de la Península, con lo que sus gastos también se incrementan.

La actividad en Fet @ mà es frenética gracias a los numerosos encargos a los que deben hacer frente, tanto de clientes como de otras joyerías a las que suministran sus productos. De hecho, su taller está en marcha once horas diarias. Un ajetreo diario que impide a Gibert, por ejemplo, crear una página web a través de la que poder recibir pedidos de joyas online. “No daría abasto”, sentencia David Gibert.