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Todo el mundo sabe qué pasó en marzo de 2020 en el mundo: aeropuertos y hoteles cerrados, lo que redujo a la mínima expresión la facturación de compañías aéreas y hoteleras que, además, tienen que sufragar gastos fijos muy elevados en una situación histórica.

Como no podía ser de otra forma, este escenario no pasó desapercibido para la bolsa: el primer impacto fue brutal con caídas en compañías turísticas de primer nivel que rondaron entre el 80 y el 50% en unas pocas semanas.

Viendo el gráfico, puede resultar curioso ver cómo los mínimos en las cotizaciones de estas compañías datan de marzo, cuando el mundo no se hacía una idea de lo que vendría después. Sin embargo, a día de hoy, que la situación real ha sido peor que la esperada, estos mínimos siguen vigentes en la mayoría de ellas.

Es cierto que, a diferencia de otros sectores y de índices geográficos (a excepción del Ibex que se acercó mucho a estos mínimos) en octubre del pasado 2020 la mayoría de estas empresas volvieron a hacer mínimos coincidiendo con la segunda ola que se dio en el hemisferio norte.

La pregunta es clara, y posiblemente se estudie en libros de finanzas en años: ¿era el mercado irracional descontando caídas tan grandes en la primera y la segunda ola y no en la tercera?

Aquí podemos encontrar dos grupos muy diferenciados: (i) los pesimistas, que ven que vamos a vivir con COVID para siempre y que nunca se viajará igual con lo que muchas de estas empresas desaparecerán y (ii) los optimistas, que ven disparos de valoraciones de estas compañías al calor de las vacunas.

Lo apasionante del análisis de mercados financieros es que ambos grupos pueden tener razón y como tal hay que tomar las decisiones de inversión.

Es decir, puede ser cierto que vivamos con la COVID-19 para siempre, pero también lo es que las vacunaciones, como se está demostrando, bajan de forma importante los ritmos de contagios y casi lo han erradicado en zonas como Israel.

Por lo tanto, la clave para tener éxito en bolsa, como siempre, es analizar y diversificar entre activos de calidad: es una realidad que a algunas empresas se las ha castigado en exceso y un año, por malo que sea, no justifica estas valoracione. Pero también lo es que, para algunas, este año sin ingresos la puede llevar a la quiebra o a necesitar macroampliciones de capital como la de IAG que provoca pérdidas muy significativas a los accionistas (se ve en rojo en el gráfico).

Las empresas que eran fuertes, que tienen generación de caja y gastos fijos aceptables pueden salir muy ventajosas de esta situación, incluso llevarlas a coger cuota de mercado de sus competidoras más débiles o absorberlas reforzando su situación para, cuando, las vacunas y los controles sanitarios nos lleven a una normalidad, estar mejor posicionados que antes de la COVID-19 y, posiblemente a mejor precio.

Por supuesto, una alternativa a la búsqueda de estas compañías es la inversión en fondos: es difícil encontrar específicos del sector turístico, pero sí hay fondos pasivos (vía fondos cotizados sin mínimo de inversión) que replican al índice de viajes y consumo (representado con línea discontinua en el gráfico). Alternativas para invertir en el sector las hay de sobras.