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Cuando el Consell Insular d’Eivissa presentó, a finales del año pasado, su Plan Estratégico para la temporada en la que nos encontramos, y con el que tengo el orgullo de haber participado, los autores ya fijábamos tres escenarios. Uno conservador, con una temporada en torno al 50% respecto la de 2019, uno más pesimista (35% sobre 2019) y uno optimista, con una actividad aproximada del 65% respecto al citado 2019.

En Navidad, cuando se presentaba el documento, de la vacunación se hablaba en futuro. Luego llegó la tercera ola y todos nos asustamos. Lo cierto es que el porcentaje de personas vacunadas crece de forma acelerada y eso nos permite en la actualidad ser mucho más optimistas.

Tengo la suerte de vivir en la zona del puerto de Eivissa y la actividad, al menos para los locales que están abiertos, es ciertamente esperanzadora. Por el lado negativo está la relajación en el uso de la mascarilla que veo por mi barrio, principalmente de turistas, y ciertamente me preocupa. Deberían organizarse campañas informativas en puertos y aeropuertos que recordaran el uso obligatorio de la mascarilla.

Tenemos una tasa de incidencia acumulada de cuarenta casos por cada 100.000 habitantes para el conjunto de Balears. Esto no nos tiene que hacer bajar la guardia y ahora que ya sabemos que el gobierno británico va a tratar nuestro archipiélago de manera diferenciada hay que tener confianza en que todo esto vaya a mejorar. Lo peor que nos podría pasar es un cambio de recomendación –a la portuguesa– que hiciera huir en desbandada a nuestros turistas. Con este tema… poca broma.

Me quedo sin espacio y no estoy contando lo que quería destacar. Pese a las ayudas ya conocidas del Estado, o las específicas para nuestra comunidad, me temo que muchas de nuestras empresas no van a poder sobrevivir.

Recientemente leía que el Gobierno de Sánchez ya asumía que el 30% de los trabajadores, actualmente en ERTE, no volverían a trabajar. Esto se deberá en parte a una menor actividad, de forma prolongada en el tiempo, y que actualmente “zombificadas” acaben cerrando o en concurso de acreedores.

Imagino que los directores financieros ya están analizando con lupa a sus clientes, aplicando modelos de predicción anticipada de insolvencias (aquí la inteligencia artificial y el tratamiento de los datos van a ser las estrellas), y acabarán cerrándoles el grifo.
Ojalá me equivoque…