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Agosto de 2021, mes de “media normalidad” en el verano mallorquín. Turistas en la isla, dos tercios de la planta hotelera operativa, restaurantes y souvenirs abiertos, playas casi llenas, tráfico más intenso… Se agradece esta normalidad después de la “no temporada turística” de 2020 y un duro invierno de olas pandémicas. Al subir las olas pandémicas han bajado las olas turísticas, y los efectos de ambas dan que pensar sobre cómo queremos que sea el turismo en nuestras islas. Ha llegado algo de calma en medio de la tormenta y es momento de revisar lo que ha pasado y decidir qué rumbo tomar.

Según datos de Ibestat, las Balears recibieron 16,5 millones de turistas en 2019. Eso supone una ratio de 16 turistas por residente, la más alta de la historia de las islas, provocando una clara percepción de “sobreturismo” o turismo excesivo. Evidentemente el turismo es nuestra actividad económica principal y nuestra fuente esencial de trabajo e ingresos económicos, pero a la vez genera importantes impactos medioambientales (residuos, escasez de agua) y en nuestra forma de vivir (masificación, tráfico, evitación de zonas turísticas).

En 2020 recibimos poco más de tres millones de turistas. El desastre económico para nuestras empresas y familias vino acompañado de sentimientos encontrados. Por un lado, la incertidumbre y estrés sobre cuándo empezaría la recuperación y volverían los ingresos. Por otro, la posibilidad de disfrutar de nuestro entorno sin saturación turística generando eslóganes del tipo “Mallorca para los mallorquines”. Después de mucho tiempo volvía a ser posible pasear por Palma, circular sin atascos, y disfrutar de playas y nuestro entorno natural privilegiado.

En 2021 la actividad turística está en marcha, aunque de forma desigual en función del negocio o zona turística. Seguimos con la incertidumbre de las reservas y cancelaciones de último minuto y la pregunta de cuántos meses durará la temporada. Como en otros sitios del mundo es momento de plantearse si vale la pena volver a niveles turísticos pre-pandemia, por ejemplo, en Venecia, las islas Hawai o las islas Cook. Tal ha sido el colapso en destinos como Hawai, que sus autoridades han pedido la reducción de los vuelos a las islas.

Aquí, 2021 es el momento de pensar cómo queremos que sea nuestro turismo, cuántos turistas queremos y de qué tipo. No está todo en nuestras manos, pero las instituciones locales tienen margen de maniobra para planificar y regular la actividad turística e intentar maximizar sus ventajas y minimizar inconvenientes. Los residentes y también los turistas lo agradecerán creando un destino más agradable para todos. El problema está claro; la controversia que generan las soluciones a este debate está servida.