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Vaya por delante que espero y deseo que la presidenta del Govern de las Illes Balears, Francina Armengol, acierte con sus predicciones de crecimiento económico para los próximos años.

Textualmente de su discurso en el debate de política general en el Parlament del 14 de septiembre: “Tots els esforços fets per aturar la malaltia, tots els recursos desplegats per enfortir l’escut social, per protegir persones, llocs de feina i empreses, tota l’estratègia articulada durant 20 mesos per reprendre l’activitat, ens permeten anunciar avui que aquesta crisis, a diferència de l’anterior, no durarà deu anys. Encara que alguns efectes socials es percebran durant anys, l’impacte econòmic i sobre l’ocupació d’aquesta crisis durarà dos anys”.

Veamos someramente qué datos ha tenido en cuenta la presidenta a la hora de plantear el brillante momento económico que vislumbra: un crecimiento del PIB de 2021 del 11,61% y del 12,1% en 2022.

Si tenemos en cuenta que el PIB balear en el año 2020 se derrumbó un -23,7%, pasando de los 33.799,7 millones de euros de generación de riqueza en 2019 a 25.789,2 millones en 2020, podemos hacer unos simples cálculos matemáticos de las proyecciones que maneja el Govern Balear: (i) PIB previsto por el Govern en 2021: 28.783,3; (ii) PIB previsto para 2022: 32.266,1 millones.

El lector avezado verá que de los 33.799,7 millones de 2019 a los previstos 32.266,1 millones faltan 1.533,6 millones. Es decir, que incluso tomando las previsiones de la presidenta, en dos años la economía balear generará más de 1.500 millones menos que antes de la crisis. Si sumamos un crecimiento de 11,61% y otro de 12,1%, tenemos un 23,71%. Teniendo en cuenta que caímos un -23,7%, parece cierta la afirmación de que en dos años recuperamos el camino perdido. Pero no es así, una caída del 21,7% no se compensa con un crecimiento del 21,71% en dos años. Con base 100 se ve fácilmente: de 100 a 76,3 refleja una bajada de -21,7%. Si a 76,3% le aplicamos un crecimiento del 11,61%, tenemos un 85,16, que al volver a crecer con un 12,1% queda en 95,46 (no un 100).

En otras palabras, para compensar un porcentaje de caída del -23,7% se requiere un crecimiento del 31,06%, no del 23,7%.

Muchos otros motivos podríamos alegar a la hora de poner en cuestión los positivos augurios de la dirección política actual, entre ellos la dificultad de hacer predicciones en un escenario de crisis vírica sin controlar, amenazado por potenciales mutaciones que puedan romper el delicado equilibrio actual, el encarecimiento de la energía y el petróleo, que además de drenar los bolsillos de familias y aumentar los costes empresariales, pueden encarecer de forma sostenida los transportes marítimos y aéreos, así como los miles de afectados por un ERTE que tendrán dificultades para no acabar engrosando las ya saturadas listas del paro.

No son momentos de triunfalismos económicos, sino de poner sobre la mesa medidas para sustantivar un REB muerto en vida, cambiar un modelo turístico de masas low cost por otro de mayor valor añadido, así como canalizar adecuadamente los fondos europeos para que no acaben siendo un Plan E digital fallido.