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El tiempo avanza inexorable, a ritmo vertiginoso, sin prisa, pero sin pausa. Este viernes, celebramos el V Foro El Económico y aún tengo frescos en la memoria los nervios del primer día, del debut en aquel lejano abril de 2017. Han pasado cinco años y casi nada es ya como entonces. La pandemia ha provocado multitud de cambios y ha acelerado muchos otros. Eso sí, ni el coronavirus, ni el paso del tiempo, ni la sostenibilidad, ni la apuesta por la digitalización han conseguido mitigar mi pasión por el trabajo bien hecho, por los detalles.

La pasión mueve el mundo. Puede con casi todo. Este viernes, aunque en algunos casos ornamentado con cifras, intuí grandes pasiones. Gabriel Escarrer, Unai Sordo, Carmen Planas, Pepe Álvarez, Gerardo Cuerva y Yolanda Díaz transpiran pasión. La pasión no tiene ideología ni se atempera con los años, no es de izquierdas ni de derechas. Aderezada con dosis de diálogo, competitividad, solidaridad... sigue siendo imprescindible. La pasión es el motor que lo puede cambiar todo. Y a mí me gustan las personas pasionales, aquellas que transpiran ilusión, que defienden sus ideas con argumentos y con la vehemencia del que se cree en posesión de la verdad. Los presidentes de grandes y poderosas empresas, los dirigentes de las patronales, los banqueros, los sindicalistas y la práctica de nuestros políticos se han quedado sin crédito ante la ciudadanía. Somos pocos los que aún creemos en la existencia de personas altruistas que dedican buena parte de su tiempo a luchar por el bien común. Y son muchos los que lo hacen con pasión.

La vicepresidenta, comunista. Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, es hoy la estrella rutilante de la política. Está de moda, aunque no creo que su estrellato sea efímero. Pablo Iglesias la señaló y Yolanda Díaz parece, al menos de momento, que ha aceptado el envite. La política gallega es una mujer acostumbrada a perder. Durante su trayectoria pública se ha presentado a multitud de elecciones y ha sido derrotada casi siempre. Ha hecho bandera del diálogo, pero sabe que si el acuerdo no es posible, hay que continuar avanzando. Está convencida que desde la política puede transformar el país. Otra cosa es que la España de Díaz guste a todos. Seguro que no.