Pep Torrens y su hermano Javier, ante un retrato de su padre Guillem.

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Torrens es ya una empresa centenaria. Fundada en 1921 por José Torrens, vive ahora su momento de mayor esplendor. La tercera generación, Pep y Javier, han impulsado la empresa, que cuenta ahora con casi un centenar de trabajadores y delegaciones en Canarias -la última en abrir-, Méjico República Dominicana y Jamaica. Torrens ha enfocado su actividad a la fabricación de muebles y todo tipo de equipamientos de cocina, además de sistemas de extracción de humos, cámaras frigoríficas...

Inicialmente, la empresa se dedicaba a la fabricación de ollas de cobre, braseros, herramientas de todo tipo para chimeneas… que vendían en las ferias por los diferentes pueblos de Mallorca. La primera sede de la empresa se encontraba en la calle Socors de Palma. José Torrens empezó en solitario, pero no tardó en contratar a sus primeros empleados. La empresa, de forma lenta pero constante, fue creciendo y pasaron poco más de diez años cuando se trasladó a la calle Víctor Pradera, también en Palma. La Guerra Civil paralizó la actividad habitual, puesto que las autoridades gubernamentales obligaron a la empresa a fabricar diferentes utensilios para la actividad armada.

Torrens fue evolucionando y ya con la incorporación de Guillem, hijo del fundador, fue abandonando de forma paulatina la fabricación de utensilios de cobre. Gesa se convirtió en el principal cliente y encargaba a la metalúrgica diferentes tipos de piezas. Uno de los grandes cambios se produjo de la mano de Guillem, que introdujo el acero inoxidable, entonces un material escaso, de alto precio y difícil adquisición, en Mallorca.

Los finales de los 70 y los inicios de los 80 fueron años de gran actividad hotelera. El turismo, que había llegado a Mallorca de forma incipiente, estaba en franca expansión y Metalúrgicas Torrens comenzó a centrar su actividad en la que no tardó en convertirse en la principal industria de la isla. La empresa centró su actividad en la construcción de muebles de cocina, pese a que inicialmente, al ser un material caro, no era mayoritario en los establecimientos hoteleros. Acabó imponiéndose, puesto que se trata de un material higiénico y que es muy fácil de limpiar.

Son muchas las cuestiones que han cambiado desde que Torrens centrara su actividad en la hostelería. Inicialmente, no trabajaban directamente con el cliente final, el hotelero, sino que lo hacían para distribuidores, que se dedicaban a la compraventa de todo tipo de maquinaria, muebles y herramientas para la hostelería.

Gesa fue aún durante unos años un cliente de capital importancia, aunque poco a poco fue perdiendo relevancia. La empresa tuvo un nuevo y fuerte impulso cuando a finales de los años 80 abrió una nave industrial en la que aún hoy es su sede central en la calle Gremi de Boters del polígono de Son Castelló. Durante poco más de diez años, Torrens mantuvo también abierto el taller de la calle Víctor Pradera. Guillem Torrens abordó la construcción de la nave en diferentes fases y la antigua fábrica se acabó cerrando. La hostelería, en aquellos años, centraba ya la actividad de la empresa, aunque la gran mayoría del trabajo llegaba aún de los grandes distribuidores. No tardaron en convertirse en un problema y el trabajo era más fácil, sencillo y rentable si se concertaba directamente con el cliente final. Fue el momento de comenzar a contratar comerciales. No fue fácil, pero la empresa dio un importante paso adelante. Entonces, Torrens fabricaba todo tipo de materiales, pero no vendía maquinaria. Ahora, además de la fabricación de muebles de cocina de toda índole, Torrens pasó a distribuir y montar, además de los muebles, cocinas, instalaciones frigoríficas…

De esta manera, no tardó en aparecer la necesidad de ofrecer también a los clientes un servicio técnico que fuera rápido y eficiente.

DELEGACIONES. Y hace ya poco más de diez años, Torrens tuvo la necesidad de abrir delegaciones en el Caribe. La empresa, de la mano de los hoteleros mallorquines, trabajaba en los diferentes destinos del Caribe. De ahí surgió la necesidad de contar con un servicio técnico permanente. En un primer momento, Torrens desplazaba a sus operarios, que permanecían en el hotel hasta un tiempo después de la apertura para comprobar que el funcionamiento era correcto. El volumen de trabajo era tan elevado que abrir las primeras delegaciones en República Dominicana y Cancún (Méjico) fue una obligación. Unos cuatro años después, Torrens se instaló también en Jamaica.

Torrens dispone de fábrica tanto en la República Dominicana como en Méjico. En Jamaica no fabrica, pero sí ofrece servicio técnico.

En el Caribe adquiere relevancia el trabajo de distribución, puesto que los hoteles son de grandes dimensiones y requieren instalaciones de mucho mayor tamaño. Hay que considerar también que el desgaste del material es mucho mayor puesto que los establecimientos están abiertos durante todo el año. De esta manera, en República Dominicana y Méjico, Torrens ya no necesita enviar personal desde Mallorca, por muy grande que sea el trabajo, aunque tanto Pep como Javier se desplazan con regularidad al Caribe para supervisar el funcionamiento de las delegaciones y los trabajos que realizan.
Incrementar el número de delegaciones en el extranjero no está previsto, aunque tampoco está descartado.

Desde Torrens se apuesta de una forma clara por la República Dominicana. Hace ya años, la empresa invirtió en la compra de un solar situado justo al lado de la principal arteria de comunicación turística. Hoy, las instalaciones están ya prácticamente finalizadas.

En un primer momento, los clientes en el extranjero eran todos mallorquines, pero hoy en día son ya de todo el mundo.

La pandemia no ha frenado a Torrens, que durante el pasado 2021 abrió también una delegación en Canarias. La empresa compró una nave industrial en Las Palmas, aunque al menos de momento no fabrican. Ofrecen, eso sí, un servicio técnico posventa y montan todo tipo de muebles de acero inoxidable y maquinaria diversa. De esta manera, la fabricación para los clientes de Canarias se realiza en Palma y los muebles son enviados en contenedores para su posterior montaje y ensamblaje en el hotel de destino.

En Mallorca, la pandemia ha supuesto un gran parón en las reformas hoteleras, que Torrens ha notado. De hecho, la empresa se alimenta, en cierta medida, de los beneficios de la temporada anterior y es evidente que en los dos años precedentes han sido pocos o inexistentes. En este sentido, ni Pep ni Javier Torrens se atreven aún a pronosticar los efectos de la nueva Ley Turística y si será una herramienta eficiente para reactivar el proceso de modernización de la planta hotelera de Mallorca.
El potencial de Torrens es inmenso, puesto que son muchos aún los países que apuestan ahora por el turismo. La empresa, de la mano de las cadenas hoteleras mallorquinas, ha trabajado en multitud de ubicaciones y ha realizado en los últimos años importantes proyectos en África, un continente al que atribuyen grandes posibilidades.

Hace ya unos 18 años que Torrens comenzó a trabajar en el extranjero con las hoteleras de Mallorca. La necesidad de ofrecer un buen servicio posventa fue determinante para que la empresa se decidiera abrir su delegación en Cancún. De hecho, las hoteleras no tardaron en exigir que, además de la construcción de los muebles y la equipación y montaje de la cocina y las cámaras frigoríficas, debían ocuparse también del mantenimiento. Torrens, en su dilatada trayectoria, ha vivido mil vicisitudes, especialmente en el extranjero. Pep y Javier recuerdan con especial cariño su trabajo en los dos establecimientos de una hotelera mallorquina en las islas Maldivas. Fueron dos trabajos de considerables dimensiones en los que Torrens, además de las instalaciones para atender a los clientes, montó una gran cocina para el personal. Eran dos islas, unidas por un puente, en las que el material llegaba en grandes barcazas. Los operarios de Torrens estuvieron allí durante muchos meses y en condiciones complicadas, puesto que durante las semanas iniciales incluso la comida llegaba cada día desde el continente.

Torrens, como la inmensa mayoría de empresas, ha sufrido durante la pandemia, aunque mantuvo abiertas sus puertas en todo momento, con la excepción de dos semanas en las que se paralizó por completo la actividad del país. Torrens entró en la pandemia con varias obras firmadas, todas lejos de Mallorca, por lo que nunca les faltó el trabajo. Cabo Verde, Fuerteventura o Tenerife eran algunos de los destinos en los que Torrens tenía diferentes encargos. La pandemia sí que provocó una ralentización del ritmo de trabajo, puesto que las reaperturas se aplazaron.
Las circunstancias provocaron que Torrens realizara también un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), que afectó a la mitad del personal.

Acortar los tiempos de fabricación y montaje, mejorando incluso el producto final, es el gran reto. El proceso de fabricación de una cocina para un establecimiento turístico de unas 500 habitaciones requiere un máximo de dos meses. El montaje, una vez que todo el material se encuentra en el hotel, lleva un mínimo de tres meses de trabajo intenso. Las instalaciones frigoríficas son siempre el punto más complejo por su sofisticación. Torrens trabaja siempre con las mejores calidades, puesto que el desgaste de un hotel en el Caribe es enorme, muy superior al de un establecimiento en Mallorca. De hecho, tienen abierto los doce meses y habitualmente son grandes hoteles con buenas ocupaciones. De esta manera, modernizar las instalaciones es mucho más rápido que en Balears, donde un trabajo puede llegar durar diez años.

Habitualmente, Torrens se encarga también del diseño de las instalaciones que fabrica y monta. En la inmensa mayoría de trabajos, la empresa tiene absoluta libertad para diseñar las instalaciones, que posteriormente deben recibir el visto bueno del hotelero. Siempre hay excepciones y alguna hotelera cuando encarga un trabajo remite los planos pormenorizados de la instalación a realizar con un escrupuloso timeline.

Torrens está obligada a disponer de la maquinaria más moderna y eficiente con el objetivo de optimizar la productividad y acelerar los tiempos de entrega sin menoscabo de la calidad.

De hecho, hace aún pocos meses que Torrens compró una nueva paneladora, que sirve para el plegado automatizado del acero inoxidable. Una inversión que permite ahorrar tiempo y personal, puesto que se puede manejar con un solo operario.

Unos años antes adquirió una máquina láser para cortar el acero inoxidable.

Torrens se prepara para el futuro y no deja de invertir en la mejora de sus instalaciones, tanto en Mallorca como en el extranjero. De momento, ni los hijos de Pep ni los de Javier, que son ya la cuarta generación, se han incorporado a la empresa, puesto que se encuentran en periodo de formación. El futuro será suyo, aunque el camino no será fácil, puesto que el proceso de aprendizaje será largo y duro.