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En esta sección se suelen analizar factores sobre la renta variable. Es decir, sobre la bolsa, que es el mercado más rentable a largo plazo. Sin embargo, pocas personas se pueden permitir el lujo de tener todo su dinero en renta variable ya que habría que destinar una parte con horizonte temporal no lo suficientemente largo para que no le afecten caídas puntuales.

Aquí entra en juego la renta fija. La diferencia entre la renta variable (bolsa) y la fija (deuda) es que comprando acciones el inversor es propietario de la empresa. De esta manera, su rentabilidad dependerá del aumento de valor de esta. Mientras que con deuda se presta dinero y a cambio el emisor (en deuda simple), que puede ser una administración pública, pagará unos intereses (cupón) y devolverá un capital a vencimiento.

Pero no hay que dejarse engañar por el adjetivo «fija» ya que hace referencia al cobro de un cupón fijo (y no siempre). La realidad es que el precio es variable: cotiza en un mercado secundario igual a la bolsa. De hecho, cuando se habla de rentabilidad de deuda se utiliza el concepto TIR (Tasa Interna de Retorno) que suma (o resta) lo que se paga de cupones a la diferencia entre el precio de compra y el de vencimiento.

En el gráfico se puede ver cómo la línea negra refleja la TIR de la deuda pública alemana a 10 años y la discontinua refleja el precio: el comportamiento es totalmente asimétrico.

Cuando hay, o se esperan, subidas de tipos de interés, el precio de los bonos tiene que caer: la emisión que está viva debe dar una rentabilidad al inversor igual a la que dan emisiones nuevas con cupones más altos, por lo tanto el precio cae para compensar esa rentabilidad.

Actualmente, los mercados descuentan subidas de tipos de interés, muy fuertes en Estados Unidos y mucho más moderadas en Europa. Por lo tanto la rentabilidad de la deuda ya está recogiendo esta subida penalizando los precios de la renta fija que tienen en cartera los fondos de inversión.

Estas pérdidas son muy superiores en los fondos que tienen deuda con vencimientos más largos ya que las subidas de rentabilidad deben ser superiores. Sin embargo, ahora también se está dando una anomalía: las emisiones de corto plazo también están siendo castigadas.

Hay dos motivos: por una parte porque el mercado suele arrastrar indiscriminadamente y por otro porque, aunque a corto plazo se esperan subidas, a largo plazo se espera que vuelva a caer (se conoce a este hecho como aplanamiento de curva de tipos).

¿Qué puede hacer un inversor? Simplemente debe seleccionar su riesgo: (i) o invierte en fondos de renta fija a corto plazo que dan rentabilidad cero o negativa pero que puede ir subiendo poco a poco a medida que venzan las emisiones o (ii) lo hace en emisiones de largo plazo que pueden tener pérdidas significativas pero a vencimiento, tras muchos años, recuperarlas perdiendo coste de oportunidad, o (iii) invertir en bolsa para intentar obtener rentabilidad alta, especialmente si la inversión es a largo plazo, o (iv) invertir en renta fija con riesgo de crédito o de insolvencia, o (v) lo que suele ser mejor: diversificar con mucha calidad entre activos con poco riesgo y bolsa. Es decir, que tiene muchas y diversas alternativas.