Antoni Riera considera que el debate sobre más o menos turistas es falso y aboga por sofisticar la economía para conseguir mayor prosperidad.

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Antoni Riera, director de Impulsa Balears, hace balance de la situación actual ocho años después del nacimiento de la Fundación. Es consciente de que sus análisis y recomendaciones contrastan con algunos postulados que están presentes en el debate social, pero se muestra convencido de que la Fundación está contribuyendo a integrar consideraciones más globales y de largo plazo en el proceso de toma de decisiones, tanto públicas como privadas.

Desde la distancia puede parecer que el trabajo de la Fundación Impulsa quita protagonismo a la política.
— En absoluto. La imbricación entre economía y política es elevada, pero las sociedades necesitan incorporar consideraciones independientes en la definición y ejecución de las políticas si en verdad desean promover la prosperidad y la igualdad de oportunidades. La consolidación de la Fundación así lo demuestra. Recuerdo que, estando al frente del Centre de Recerca Económica (CRE, UIB-Sa Nostra), el entonces conseller Lluís Ramis de Ayreflor se despidió diciendo que nuestro trabajo le había estimulado siempre a mejorar.

La Fundación Impulsa hace recomendaciones, pero ejecutarlas ya no es de su competencia. ¿Os hacen caso?
— Cuando empecé a dar clases en la Universitat cayó en mis manos la lección inaugural de Hayek a los estudiantes de la London School. Con él aprendí que el economista no debe buscar nunca influencia directa. Convengo con Keynes que tanto cuando tenemos razón como cuando nos equivocamos, nuestras ideas son tomadas en cuenta, pero coincido con Hayek en que nuestra influencia es indirecta y que cuando nuestras ideas empiezan a surtir efecto, suelen haber cambiado hasta tal punto que ya nos las reconocemos como propias. La Fundación no nace para hacer de lobby, sino para crear valor compartido.

Explíqueme cómo crean valor compartido.
— Todas las actuaciones de la Fundación empiezan anticipando las necesidades de conocimiento que tienen los actores para tomar una decisión. De acuerdo, con estas necesidades, identificamos, en un segundo paso, la información disponible, la analizamos y, con todo ello, diseñamos, junto con los actores y para ellos, una respuesta que puede tomar forma de herramienta, aplicación, monitor, publicación… Finalmente, transferimos este conocimiento estratégico a las mesas de decisión de empresas y administraciones.

¿Es así como han abordado la circularidad hotelera?
— Sí. Tuvimos claro que la planta hotelera estaba interesada en adoptar más y mejores prácticas circulares, pero en este proceso de decisión, las compañías hoteleras desconocían como aplicaba la economía circular al conjunto del negocio hotelero. Hoy, trabajando con y para las empresas hoteleras de nuestro Patronato, no solo sabemos qué procesos y activos hoteleros son susceptibles de acoger este nuevo paradigma, sino que hemos desarrollado un marco estratégico único a nivel internacional y una herramienta de autodiagnóstico circular que facilita la toma de decisiones en esta materia a todas las compañías hoteleras de Balears y que ha inspirado también la labor ejecutiva del Govern y la labor legislativa del Parlament. Hoy, después de esta actuación, estamos ya inmersos en el planteamiento de nuevas soluciones que aspiran a facilitar el tránsito circular del sistema turístico balear.

¿Y los hoteles están utilizando sus soluciones de inteligencia?
— Sí, después de que la Organización Mundial del Turismo haya validado nuestro marco estratégico en materia de circularidad hotelera y el Govern lo haya tomado como referencia para introducir la obligación de que las compañías hoteleras dispongan de un plan de economía circular, hemos elaborado una guía no solo para facilitar su elaboración y posterior evaluación sino para alinear la planta hotelera balear en torno a una noción de economía circular compartida y viable que nace del propio sector. En este esfuerzo de alinear al máximo número de actores regionales en torno a esta noción de economía circular hemos abierto nuestra aplicación de autodiagnóstico circular (i|Circhot) a todos los interesados, incluidos otras ramas de producción e incluso consultoras. De hecho, justo ya hemos firmado una nueva licencia para el uso comercial de i|Circhot.

Antoni Riera
Riera explica que el trabajo de Impulsa es anticipar las necesidades de los agentes económicos.

¿Cuántos hoteles hay que emplean el 100% de energía renovable?
— El 100%, ninguno. Pero cada vez son más los que complementan su cesta energética con instalaciones de autoconsumo. Es una tendencia creciente.

El marco teórico está creado, ¿era necesaria una ley?
— Si me hubiera preguntado si es necesaria una ley de economía circular le hubiera dicho que es mejor acompañar el tránsito circular que obligar a ello. Pero, hoy, después su aprobación, creo que la ley está acelerando el tránsito circular en Balears.

¿Qué es acompañar?
— Acompañar el tránsito circular equivale a incentivar la inversión circular del sector privado. Para ello se pueden utilizar tanto instrumentos económicos (subvenciones, ayudas, deducciones fiscales…) como instrumentos normativos e incluso reasignar el gasto público para resolver cuellos de botella e ineficiencias que impiden el despliegue de buenas prácticas circulares (como la falta de talento, de infraestructuras, de innovación…).

Tenemos claro cómo caminar hacia la circularidad, pero para llegar a decir que hay un hotel 100% circular…
— Comparando con otras plantas hoteleras no deberíamos menospreciar el esfuerzo que están haciendo las compañías hoteleras de Balears para implantar buenas prácticas circulares. Sin embargo, es preciso ir más allá de la responsabilidad social de las compañías para vincular la economía circular al core del negocio y convertirla en nueva fuente de valor. Un hotel no puede ser circular. Una isla, una ciudad, un barrio, un destino, un núcleo turístico… sí. Y hacia ahí estamos dirigiendo ahora nuestros esfuerzos.

No parece que tenga mucho sentido adoptar medidas para ahorrar agua cuando las pérdidas de la red de alcantarillado son cuantiosas.
— Por eso decía que es importante acompañar el tránsito.

La ley no obliga a comprar renovables ni a la reutilización de las aguas grises.
— Insisto, no se trata de obligar. Sobre todo porque no tenemos la capacidad instalada para cumplir con esta obligación. Ni a nivel público ni a nivel privado. Usted acaba de ponerme un ejemplo ahora apelando a la red de alcantarillado. Hay muchos más ejemplos, tanto a nivel público como privado. Muchos establecimientos que se modernizaron de la mano de la ley Delgado no contemplaron la necesidad de dotar una doble red de saneamiento (aguas negras y grises) o espacios para la depuración y reutilización de sus aguas. Hoy, si estuvieran obligados a ellos, simplemente no podrían cumplir esta obligación. Hay que acompañar el tránsito para hacerlo viable.

¿Podemos hacer una valoración positiva de la ley turística? ¿Está de acuerdo con que es poco ambiciosa?
— Siempre pienso que las decisiones políticas son poco ambiciosas. Pero no es menos cierto que en política no todo puede estar sustentado en evidencias cuantitativas o en juicios estrictamente técnicos. Existen claros límites, impuestos por la compleja naturaleza de los problemas, por la disponibilidad de información y, sobre todo, por las limitaciones de nuestro propio sistema administrativo, político y social. También en el sector privado o en la sociedad civil, en las patronales, en los sindicatos y los foros. Una de las labores fundamentales de la Fundación Impulsa debe ser precisamente poner en evidencia estos límites, de manera que se interpreten adecuadamente y no frenen nuestra ambición de progreso.

La Fundación Impulsa ha cumplido ocho años. ¿Balears está mejor o peor que cuando empezaron?
— Hoy, Balears está peor que hace ocho años. Sería erróneo culpabilizar al Govern, puesto que ha tenido que lidiar con una seria de crisis sobrevenidas y ajenas a las Islas. La Fundación nació en 2014 para hacer frente a la pérdida continuada de renta per cápita. En ese momento salíamos de la Gran Recesión (2008-2013), que dejó muy tocada la economía de Balears. Las sucesivas crisis, primero por el covid y ahora con la guerra de Ucrania, no han permitido restablecer los niveles de bienestar a los que estaba acostumbrada la sociedad balear. La pandemia y la guerra pasan factura a Balears. Las políticas del Govern se han orientado, de manera lógica y acertada, a levantar un escudo social y a preservar el tejido empresarial para minimizar esta situación económica, afectada por unos niveles mucho más altos de incertidumbre. Ni en el peor escenario pensé que lo urgente ocuparía el lugar de lo importante. Y así está siendo. Por otro lado, ello ha demorado lo importante: la aplicación de reformas orientadas a abordar las deficiencias estructurales que llevan lastrando el crecimiento y el bienestar de nuestra sociedad desde hace décadas, como las relacionadas con la baja productividad o el funcionamiento de nuestros principales mercados de productos (como el turismo) y factores (como el trabajo).

Explíquemelo con números.
— Hace apenas unas semanas el Instituto Nacional de Estadística hizo pública las estimaciones regionales correspondientes a 2021. La economía balear saldó el año 2021 habiendo crecido más que hace ocho años (2,8 pp), pero la población de las Islas era, a finales de 2021, un 6,2% más pobre que en 2013. De hecho, la productividad laboral descendió, entre 2013 y 2021, un 5,8%.

¿Da poco valor el turismo?
— No se puede no ser crítico. Balears debe revisar cómo aborda la gestión del hecho turístico, así como en qué reside, se explica y se mide el éxito turístico. Si hablamos de desarrollo y prosperidad regional, y no solo de actividad, debemos descartar de una vez por todas la perspectiva convencional y reduccionista, centrada en una visión puramente de mercado turístico y de medida de volúmenes (o récords de afluencia), para avanzar hacia una visión global y a largo plazo del valor económico, social, ambiental... que como región somos capaces de crear a partir del apasionante fenómeno del turismo.

¿Hay que diversificar la economía o insistir en la especialización?
— Los motivos por los que Balears no ha logrado registrar ganancias sostenidas de productividad en las últimas décadas son numerosos y conviene puntualizar también que van más allá de nuestra estructura económica. El debate suele asociar el débil crecimiento de la productividad al excesivo peso del turismo. Esto es falso. Prueba de ello es que todas las ramas de actividad, incluida la industria, están afectadas. Balears es hoy una economía altamente especializada en turismo. Esto no es ni bueno ni malo. Simplemente, es. Y solo se puede mejorar a partir de lo que se es. Estamos a tiempo, de desplegar una estrategia de diversificación especializada. Implementar la economía circular puede ser una magnifica vía, aunque existan otras, esta es la apuesta de Impulsa Balears.

Antoni Riera
Riera posa en las inmediaciones del Parc Bit.

Tenemos pleno empleo, pero hay más trabajadores pobres que nunca.
— Esta es la prueba más clara de los efectos que tiene la pérdida continua de productividad, pues no solo explica los bajos salarios, las largas jornadas laborales, los inaceptables niveles de pobreza, la indeseable presión ambiental o la falta de competitividad de muchas empresas, entre otros, sino que aumenta a corto plazo la dependencia de volúmenes crecientes de empleo, turistas, materiales, energía… que sobrecargan el sistema regional. Y es que la productividad no es sólo un número. Es la manera de conseguir un sólido estado de bienestar que reduzca la desigualdad sin incurrir en déficit públicos crónicos.

¿Quiere decir que la plena ocupación no es buena?
— No. Quiero decir que no tiene por qué ser sinónimo de más prosperidad.

¿El problema de Balears es que sobra población? ¿Se arreglaría con 400.000 personas menos?
— No. Este es un argumento totalmente falso económicamente y peligroso socialmente. Es falso. Primero porque ignora la contribución que los nuevos habitantes (todos ellos ocupados) hacen a la generación de riqueza en nuestras islas. Nuestra riqueza sería inferior sin su aportación. Y, segundo, porque desvía el verdadero problema que tenemos. No nos sobra población, nos falta capacidad de generar riqueza por habitante. Nuestro problema no es solo de distribución de la riqueza sino de errónea acumulación de factores de producción y de mala asignación y escaso aprovechamiento de estos. Necesitamos políticas que aumenten la capacidad de aumentar la riqueza por habitante y no remedios simplistas de reparto. No estamos ante un problema de matemáticas, sino de desarrollo económico. Ojalá fuera tan fácil como dividir mejor. Estamos ante un reto complejo, que requiere de luces largas y amplios acuerdos políticos, sociales y también intergeneracionales para afrontar con confianza el futuro.

Por ejemplo, ¿desestacionalizar en invierno?
— No. Insisto, no se trata producir más, de la misma forma, más meses, más días o más horas. Se trata de producir mejor. Hay que aumentar el valor de lo que producimos. Desestacionalizar pone el foco de nuevo en gestionar volúmenes. Es erróneo.

¿Qué un turista gaste más da valor?
— No necesariamente. Si un turista gasta más, pero para satisfacerlo incurrimos en mayores costes económicos, sociales o ambientales, el resultado final en términos de valor no será satisfactorio. ¿Recuerda el juego del pinball? Metíamos una moneda para impulsar una bola en el interior de un tablero equipado con diversos componentes. Cuanto más tiempo estaba circulando la bola, más probabilidad había de impactar en los distintos elementos y acumular puntos. El sistema turístico balear es un gran tablero de pinball. Primero, necesitamos políticas de oferta para sofisticarlo. Introducir nuevos componentes, mejorar los actuales, maximizar sus interrelaciones con el fin de que el euro que gasta un turista se mantenga más tiempo en circulación e impacte en muchas más ramas de producción sin salir de las Islas. Balears no necesita más jugadores (turistas) sino sofisticar la partida. Productos y servicios más diferenciados y con capacidad de agregar capas de valor económico, ambiental, cultural, social…

Pero al final, de lo que se trata es de que el turista gaste más.
— No. Se trata de que el destino extraiga mayor valor del gasto efectuado por un turista. Y para ello se necesita articular políticas potentes de oferta y dejar de insistir solo en políticas de demanda.

Si llegan 16 millones de turistas, es difícil pasear tranquilamente en Palma o estar en la playa a gusto.
— La tranquilidad es un bien público a preservar. Como lo es también la seguridad, la educación, la sanidad, el clima… No es realista pensar que se puede tener más tranquilidad a costa de reducir el volumen de turistas e ignorar los efectos que ello tendría sobre la disponibilidad del resto de bienes públicos deseables. Habrá que hacer cambios más profundos en nuestro actual patrón de crecimiento que insistir en el volumen si en verdad anhelamos más y mejores bienes y servicios públicos y, en definitiva, más prosperidad y calidad de vida. La buena noticia es que esta combinación existe. La acción política para alcanzarla es también global y de largo plazo. Y no se trata solo de una competencia del sector público, sino de sector privado, de la sociedad civil, de las instituciones y de los foros de los que nos hemos dotado.

Si generásemos más valor, ¿necesitaríamos menos volumen?
— Sí. Necesitaríamos menos volumen y con ello no solo minimizaríamos los impactos derivados de situaciones de sobrecarga sino que atesoraríamos la capacidad para corregir los impactos del pasado y coevolucionar de manera armónica con otros sistemas con los que se relaciona el turismo (como el sistema cultural, social, ambiental….). Es lo que se denomina turismo regenerativo.

¿Por qué hace falta tanto personal en Balears?
— Se trata de cuestión coyuntural que tiene que ver con tres aspectos. Primero, con el parón de la pandemia y la correspondiente reasignación de mano de obra sectorial y territorial. Segundo, con el aumento de la demanda de mano de obra derivada de los nuevos procesos que en materia de higiene, seguridad… ha impuesto la COVID. Y, tercero, porque avanzar en el proceso de normalización de la actividad hasta alcanzar los niveles preCOVID requiere de un gran esfuerzo, también en mano de obra.

¿Hay que subir los sueldos?
— Sí. No podemos descuidar los importantes costes que genera la inflación sobre las rentas. Tenemos margen para encajar una subida salarial. Partimos de una situación de razonable moderación salarial y hay un importante margen de maniobra para incrementar la productividad. Pero hay que estar atentos, pues existe el riesgo de que la subida salarial prolongue en el tiempo los indicios de pérdida de competitividad que estamos observando.

¿Es bueno o malo que los extranjeros compren casas o inviertan en Balears?
— La inversión siempre es buena, no en vano es motor de crecimiento. Ahora bien, no toda la inversión genera los mismos efectos a medio y largo plazo. La inversión extranjera de carácter residencial tiende a aumentar la desigualdad social sin producir mejoras persistentes del nivel de producción y del empleo.

¿Qué nos espera este 2023?
— La economía continuará desacelerándose, tal y como ya ha empezado a hacer en el tercer trimestre de 2022. En ningún caso llegaremos a la recesión. Aunque el globo se está deshinchando, lo está haciendo de momento más lentamente de lo previsto. Lo importante es, pues, evitar que 2023 arroje una herencia negativa sobre 2024. Ahí está la clave.