La IA responde

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Esta semana tenía que buscar empresas para resolver un problema con la piscina. No busqué en Google, sencillamente, me puse a charlar con ChatGPT: «Actúa como un experto constructor/reparador de piscinas…»; «cuál es el método más eficiente para reparar…»; «me puedes dar cuatro nombres de profesionales por la zona de…»; o «me gustaría pedir un presupuesto por WhatsApp, pero no quiero parecer el típico brasas que pide 10 presupuestos y luego no encarga el trabajo…».

Pues bien… hubo un tiempo - no tan lejano - en que preparar unas vacaciones era casi un ritual iniciático: abrir diez pestañas en el navegador, leer reseñas contradictorias, cruzar los dedos con las fotos de Booking.

Hoy, esa ceremonia ha sido sustituida por algo más parecido a un diálogo. «Quiero un viaje relajante, con buena comida y algo de aventura», y una IA te podría contestar, en principio, con un itinerario mejor organizado que tu boda. Ya no es ciencia ficción.

La transformación del turismo no es silenciosa: Es brutal y, lo que es peor, invisible para quienes no quieren mirar. Ya no compites solo con otras empresas locales: compites por ser el primer resultado en la conversación de tu potencial cliente con una máquina. Y si no apareces ahí, no existes. Así de simple. Así de cruel.

Mientras algunos empresarios siguen obsesionados con folletos y ferias, el nuevo viajero ni siquiera abre el navegador. Consulta a su asistente digital y actúa en consecuencia. Esto no va solo de SEO ni de moda tecnológica. Va de supervivencia narrativa.

Porque la IA no solo organiza datos, sino que crea relatos. Y si el tuyo no emociona o no resuelve, no aparece... lo redactará otro. En otro país, con otra oferta. La ironía es dolorosa: en Balears, con toda la experiencia que tenemos, algunos siguen vendiendo como si estuviéramos en los 90. Pero el turista ya no busca solo una excursión; busca sentir que alguien - aunque sea un algoritmo - ha entendido su deseo antes de que él mismo pudiera formularlo. Y sí, hay motivos para el optimismo. Tenemos las playas, la historia, la experiencia. No se trata de digitalizar para parecer modernos. Se trata de «reaprender» a vender lo humano en un lenguaje que entienda la máquina.

La pregunta ya no es si la IA va a transformar el turismo. Eso ya ocurrió. Porque en esta nueva era, el turista ya no elige con un clic... elige tras la conversación con un algoritmo.