Marilena Estarellas
Marilena Estarellas

Periodista y comunicadora

Del apagón a la oportunidad

TWL

El pasado 28 de abril, buena parte del territorio peninsular español sufrió un apagón eléctrico inesperado. Las Illes Balears, curiosamente, no se vieron afectadas a tal extremo pero si se notaron en las comunicaciones que dependían de la península. Este episodio, lejos de sembrar alarma, debería servirnos como una llamada de atención —una de esas que, bien gestionadas, pueden marcar el inicio de un cambio profundo y positivo.

¿Y si este apagón nos hubiera permitido ver, aunque sea por unos minutos, lo que puede ocurrir cuando la energía deja de ser algo garantizado? La transición energética no es solo un eslogan europeo: es una necesidad urgente para la seguridad, la economía y la autonomía de nuestro país. Si bien es cierto que España ha avanzado en la integración de energías renovables, también lo es que seguimos operando sobre una estructura eléctrica con muchos puntos débiles: escasa interconexión con Europa, insuficiente almacenamiento energético, una red de distribución poco digitalizada y un marco normativo que aún no estimula suficientemente la producción distribuida y el autoconsumo.
Sin embargo, este apagón puede ser un punto de inflexión. Tenemos una oportunidad histórica de convertirnos en un país energéticamente autosuficiente y resiliente, si tomamos decisiones valientes y estructurales.

España dispone de los recursos naturales, el talento técnico y el tejido empresarial necesario para lograrlo. Contamos con un ecosistema de empresas de energías renovables punteras, con proyectos que abarcan desde grandes parques fotovoltaicos hasta comunidades energéticas locales, pasando por soluciones de almacenamiento, gestión de la demanda y autoconsumo compartido. Lo que falta no es capacidad, sino visión política, coherencia regulatoria y una planificación energética a largo plazo.

Este es el momento de apostar por una transformación profunda del sistema energético nacional, orientada hacia una red inteligente capaz de gestionar generación distribuida y flujos bidireccionales, con un sistema de almacenamiento robusto que permita aprovechar al máximo el enorme potencial solar y eólico de nuestro país. Necesitamos impulsar de forma decidida el autoconsumo, no solo en viviendas unifamiliares, sino también en empresas, edificios públicos y comunidades energéticas, al tiempo que se impulsa una legislación ágil, estable y coherente que no frene, sino que acompañe, a las iniciativas renovables. Y por encima de todo, es imprescindible fomentar una ciudadanía informada, consciente de que la energía no es un recurso dado, sino una responsabilidad compartida y un pilar esencial para nuestra soberanía, bienestar y futuro común.
En lugar de quedarnos en la queja, aprovechemos esta interrupción como una ventana que nos muestra el camino hacia algo mejor: un sistema energético moderno, limpio, justo y autónomo para los ciudadanos y las empresas españolas.

Si hacemos bien las cosas, el apagón del 28 de abril no será recordado por su impacto, sino por su significado: el día en que empezamos a tomarnos en serio nuestra independencia energética como país, y agradeciendo la ventaja de ser isleños y tener la autonomía energética casi asegurada si se revisan los sistemas actuales para que esta transición energética sea un éxito.
De la oscuridad a la luz…