Montse Pérez va conectada a una máquina para regenerar el tejido.

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Montse Pérez, de 52 años, se sometió a una operación estética para eliminar la piel sobrante de una reducción de estómago que ha terminado con buena parte del tejido necrosado y casi un mes de hospitalización. La paciente, quien responsabiliza directamente a la cirujana que la operó en el hospital Son Llàtzer, explica que «me han destrozado la vida», y quiere contar su historia porque asegura que no es la única. Una segunda paciente, todavía con ansiedad, confirma que también padece gangrena tras una cirugía plástica.

«No me van a callar. Voy allí con ansiedad y miedo, con las enfermeras que me hacen las curas estoy bien pero… (rompe a llorar). Estoy en las manos de los médicos y no me puedo relajar. No confío», empieza el relato.

El 29 de mayo, Montse Pérez se sometía a una cirugía para eliminar la piel sobrante de reducción del estómago. Tres días después le dieron el alta y comenzaron las revisiones. «Llevaba una faja en la zona intervenida y comenzó a supurar. Al verla la doctora, me hizo una cura y me volvió a poner la faja precintada con esparadrapo», relata. Pero a los dos días no había manera de parar la hemorragia. En enfermería le dieron nuevas gasas antes de enviarla a casa pero no llegó a traspasar las puertas del hospital. «Me quedé en Urgencias hasta las diez de la noche y después me ingresaron. Tenía la herida del abdomen negra y verde. Veía que empeoraba y ahí empezó mi calvario». Sin embargo, según la paciente, nadie le contaba qué estaba pasando.

Estando ingresada en el hospital oyó a otro médico pararse en su pasillo y preguntar: «¿Ésta es la de la necrosis?». Pérez supuso entonces que todo el mundo conocía su caso excepto ella. No fue hasta el miércoles siguiente cuando vio a su cirujana. «Me propuso volver al quirófano para quitarlo y limpiarlo todo pero me hicieron dos agujeros en la zona abdominal y me dejaron en una misma postura con la cama inclinada en forma de uve, sin poderme mover».

Esa misma tarde la visitó el gerente del hospital Son Llàtzer, Xisco Marí, a quien le formalizó una queja por el trato y la falta de atención. «Me contó que la cirujana tenía un contrato de dos días a la semana y que trabajando le está haciendo un favor», asegura. Pérez solicitó entonces renunciar a su médico pero se lo denegaron.

Ciertamente, desde el IB-Salut confirman que la doctora en cuestión trabaja media jornada en Son Llàtzer y defienden que es lo que hacen muchos especialistas para dedicarse también a la sanidad privada. El Servei de Salut conocía el caso y alega que la paciente está bajo tratamiento psiquiátrico y ha sido denunciada por la cirujana, motivo por el cual no se pronuncian. La demanda, aseguran, es porque la paciente la amenazó frente a varios testigos.

Ante la aparición de un segundo caso de gangrena tras una operación efectuada por la misma doctora, IB-Salut ha afirmado que él «es el primer interesado en saber qué ha sucedido. Si se resuelve que ha habido mala praxis, se tomarían medidas».