Los médicos los prescriben con excesiva ligereza y los pacientes son propensos a solicitar medicación pero también influyen las épocas de crisis, la tasa de paro y, sobre todo, su efecto adictivo. | Archivo

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«En España tenemos la cultura de medicalizar las enfermedades y el paciente es un poco pastillero». Son declaraciones de la médico de familia, Rosa Ortuño, quien analiza el mal uso tanto de prescriptores como de pacientes de los ansiolíticos y antidepresivos. A 30 de junio de 2019, un 13,5 % de la población estaba siendo medicada con algún tipo de estos fármacos con una prescripción activa que va unida a un diagnóstico médico.

En esa fecha determinada en la que se realizó el corte que sirve para analizar los datos, había 85.530 personas tomando algún tipo de antidepresivo y 111.374 consumiendo ansiolíticos o hipnóticos, siendo el lorazepam el más habitual entre éstos últimos. Además, una tercera parte de los pacientes estaban siendo tratados con ansiolíticos y antidepresivos a la vez.

«Por otro lado está la cultura médica que históricamente ha prescrito con excesiva ligereza obviando otras alternativas como la terapia. Y por otro mucha gente busca la solución de los problemas de vida cotidiana en las pastillas». Rosa Ortuño explica que en muchas ocasiones la tristeza excesiva se confunde con la enfermedad «el caso del duelo está clarísimo, lo hemos ido acortando. Antes se decía que lo normal era dejar pasar seis meses ahora parece que te debe pasar a los 15 días».

Además, la doctora refiere a «un cúmulo de circunstancias» en el que se juntan muchas otras causas. Por ejemplo, indica, «hay estudios que señalan que las épocas de crisis económicas influyen en la salud mental, y los hay que muestran un aumento de depresiones cuando la tasa de paro es alta».

Si a todos estos factores se les suma el hecho de que estos fármacos generan dependencia salen las cuentas de una población cada vez más medicalidaza. «Cuando se prescribe el fármaco para un periodo más breve hay menos riesgo a la dependencia», sugiere Ortuña. Y es que retirar un tratamiento de este tipo exige mucho tiempo. «Para deshabituar al paciente hay que ir reduciendo la dosis poco a poco, bajando las pastillas y disminuyendo la cantidad por semanas. Se puede hacer, pero hay pacientes que son muy reticentes».

Precisamente uno de los principales problemas es que se recetan ansiolíticos que están teóricamente indicados para los cuadros más graves de ansiedad generalizada como son las fobias o los psiquiátricos, para trastornos leves.

Evolución

Si a 30 de junio hubo 153.338 personas que consumieron ansiolíticos o antidepresivos, en el balance de 2018 se descubrió que hicieron lo propio más de 185.000 personas, es decir, un 16 % de la población. «Lo que está claro es que el consumo es al alza y seguro que este año sube», augura Rosa Ortuño que aclara que en 2017 se dio el único descenso desde 2013. A pesar de que en el último ejercicio la tendencia estatal disminuyó ligeramente, la bajada apenas se notó en Baleares.