Jaime Coll en el Passeig Mallorca.

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El conflicto que vuelve a paralizar los pies a toda la población afgana no sorprende a Jaime Coll (Maó, 1948), general retirado que tuvo un papel fundamental en el país asiático en 2002, tras la misión estadounidense para derrotar a los talibanes. Fue el jefe del primer contingente español destinado a reconstruir el país. Ahora, la entrada relámpago de este grupo radicalizado tira por tierra 20 años de trabajo para controlarlo. Le sorprende la actuación de EEUU y el propio Gobierno afgano y, sobre el futuro, no ve claro lo que sucederá.

¿Qué misión llevó a cabo en Kabul en 2002?

—Era una misión para reconstruir el país y ponerlo en orden, y dar apoyo del gobierno afgano. Desplazamos a 350 militares durante los cuatro meses y medio que duró el trabajo desde que salió el escalón avanzado hasta que volvimos a España. Luego, en 2005, envié a la Brigada de Montaña con relevos sucesivos. Estas misiones no fueron ya en Kabul, sino que se realizaron en la ciudad Qal’eh-ye Now, en la provincia de Badghís, que también duró cuatro meses.

¿Y cómo recuerda ese período?

—Afganistán, en ese momento, no era nada, algo parecido a la luna llena de minas o Palestina en tiempo de Jesucristo. Todo estaba destrozado, hecho añicos, hundido. Recuerdo que en Kabul había un palacio y quedó destrozado, como también todas las calles de la ciudad.

¿Pasó miedo en alguna ocasión?

—No. El miedo es muy relativo. Yo me he paseado por Kabul las veces que he querido, con el uniforme, con coches, y nunca he tenido esa sensación, aunque hubiese podido pasar cualquier cosa. Quizá porque continuamente trabajaba. Yo, en ese momento, estaba de segundo jefe de Estado Mayor Logístico, y en lo que menos pensaba era en el peligro. Cuando volví a España me llamaron de muchos sitios para explicar mi experiencia.

¿Cómo ve ahora el conflicto en relación a lo que usted vivió?

—Los talibanes siempre han estado, más activos o menos, o más dentro de la población o fuera. Pero han estado ahí. En todo ese periodo, la participación de nuestras tropas en la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) como la misión estadounidense Libertad Duradera, desplegada principalmente en la ciudad Bagram, intentaroncontener todo el conflicto. Precisamente, esta misión americana tenía en esa ciudad los helicópteros para bombardear las posiciones de los talibanes. Entonces ahora, sin EEUU tan activo, los talibanes han visto las puertas abiertas.

¿Qué le parece que el Ejército y Gobierno afgano no haya resistido a la entrada del talibán?

—No se entiende en absoluto. Está claro que algún día teníamos que dejar a los afganos, pues después de 20 años ya tenían un Ejército y habían contado con formación e instrucción. Sin embargo, lo que no puede EEUU es irse y dejar aquello patas arriba. Planificar los cuarteles es fundamental, ya que son organizaciones muy consistentes, con unos procedimientos muy estrictos y planificados hasta lo más mínimo. Por eso no me llego a creer que lo de Afganistán no estuviera planificado porque se veía venir.

Han entrado sin resistencia.

—Han entrado unos señores con sus moto, fusiles y el Corán en la mano y se han metido dentro. Yla gente, incluido parte del Ejército afgano, se ha asustado y se ha echado para atrás. Creo que la decisión no ha estado bien pensada y encima EEUU reconoce que se ha planificado mal a pesar de los 20 años allí. Yo recuerdo que en mi época teníamos un plan de salida en el contingente español. Cuando estuve en un cuartel general de la OTAN en Italia todo iba al detalle. Las operaciones pasadas se sacan de las acciones aprendidas y se tratan las futuras. Así se planifica.

¿Cuál es su teoría de esta decisión de última hora? ¿Por intereses?

—Lo de los intereses no es nada nuevo. Para entender todo el batiburrillo,Afganistán es una zona muy centrada en Asia. Tiene recursos naturales de interés mundial y ahora mismo hay gente a la que le interesa que el país esté desestabilizado para llevar a cabo acuerdos que favorezcan a cada uno. ¿Esto cómo se cose? No lo sé, es muy complicado. Sabemos los intereses geográficos, económicos o políticos, pero no sabemos ahora cuál será la solución. Tal y como ha ocurrido, a uno le entra la duda. Lo que sí es cierto es que hemos dejado con el culo al aire a un montón de gente afgana.

¿Estados Unidos estaba preparado para afrontar esta nueva entrada de talibanes?

—Yo creo que sí. EEUU tiene capacidades suficientes para hacer frente a cualquier incidencia que pueda haber en Afganistán. Cuenta con capacidad de armamento, disuasoria y de organización. Estados Unidos tiene organismos que se dedican a este tema, como por ejemplo el Tradoc (mando de adiestramiento y doctrina), que llevan por lema «donde    las victorias del mañana empiezan». Por otra parte, lo que también creo es que alguien se ha anticipado y ha ocurrido esto. Es tristísimo.

Entonces, ¿a quién culpamos?

—No hay que culpar necesariamente. Esto viene por un cúmulo de circunstancias entre todos. No podremos encontrar al culpable. Otra cosa distinta son los intereses del resto de países.

¿Evitaremos la guerra?

—Yo creo que estaremos con conflictos, estoy convencido. Seguiremos con los conflictos locales, que al final son los peores porque se van manteniendo.

Visita militar a la base en Kabul. Jaime Coll, el segundo a la derecha.

El general Jaime Coll, un pilar fundamental para la reconstrucción en Afganistán

uEl general Jaime Coll, nacido en Maó, vive en Mallorca desde 2009. Su último período de actividad laboral finalizó como director general de Emergencias en 2010 en la Isla. Tuvo un gran papel en el conflicto afgano en el año 2002, donde fue nombrado jefe del contingente español y, a su vez, segundo jefe del Estado Mayor del Cuartel General de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) en Kabul, donde llevó a cabo las labores de reconstrucción.