Enrique Lázaro, este lunes en la redacción del periódico. | P. Pellicer

TW
6

Ha publicado más de 10.000 artículos en este periódico, en el que lleva 45 años, y su primera reacción al proponerle una entrevista es decir: «Vaya disparate». Enrique Lázaro (Valencia, 1950) precisa que ese comentario es para ser recogido en la entrevista y que «me parece un abuso hacia el cliente, que es el lector del periódico», porque «ya llevo más de cuarenta años dándole la lata con los artículos». Al final acepta. No tiene teléfono móvil y ese asunto da pie a iniciar la charla.   

Sin móvil no estará al tanto de lo que pase por Twitter o Facebook
— No entro ahí para nada; aborrezco las pantallas, que son un invento diabólico. Lo digital está acabando con el periodismo de papel.   

Sus artículos también se difunden en el digital. Y hay quienes los comentan y elogian.
— Qué cosas más raras me cuenta. Pues si eso es verdad, es que hay gente rarísima. La verdad es que estoy totalmente alejado de ese mundo. A mí me gustan los periódicos de papel, sobre todo este.

¿Cómo llegó al diario?
— Vine a Mallorca para casarme con una mallorquina. Esperábamos un niño y me dije que necesitaba pelas. Debió ser en 1975 o así. Me presenté en el periódico y hable con don Pedro Serra, que me dijo que sí. Aún no me lo explico. Supongo que ahora las cosas ya no funcionan así, no sé. Y aquí sigo pues los sucesivos jefes me han seguido aceptando.

Combinó sus artículos con su trabajo en Mercapalma.
— Sí, hasta jubilarme mi trabajo era tomar nota de los precios para el organismo que luego pasaba los datos para elaborar el IPC [Índice de Precios al Consumo], había una delegación en Mercapalma. Lo sé todo sobre los precios del mercado. Diría que lo que más me gusta, aparte de los periódicos de papel, son los mercados y sus productos.

¿Por eso escribe una vez al año un artículo sobre las alcachofas?
— ¿Qué cada año escribo un artículo sobre las alcachofas? La verdad es que me gustan todas las hortalizas, que son una maravilla. La alcachofa es la reina de las hortalizas y luego viene la berenjena. ¿Y cada año escribo uno? No esperaba que alguien se fijara en eso. Intento no repetirme.

¿Cómo se consigue tema para un artículo casi a diario?
— ¡Qué pregunta!, a ver si consigo explicarlo. Si tienes un tema antes de ponerte a escribir, lo haces rápido. Pero no resulta interesante. Es mucho mejor no tenerlo claro y, es lo que hago yo, utilizar las manos para pensar. Yo pienso con las manos, con el bolígrafo, con el teclado, ahí empiezo a pensar... porque cuando interviene el cerebro, normalmente se estropea el párrafo porque saca manías, tonterías y caprichos y lo estropea todo. A veces me entero de lo que pienso al leerlo. De hecho, cuando dejo el teclado, me levanto y voy avanzado por el pasillo dejo de pensar. Es algo maravilloso. A ver, igual esto que acabo de decir no se entiende mucho porque estoy pensando con el cerebro y no con las manos. Me he liado un poco por pensar con la cabeza.

¿Recuerda su primer artículo?
— No, eso es imposible. Pero sí recuerdo la época. Era poco antes de las primeras elecciones democráticas [se celebraron en junio de 1977], cuando había decenas y decenas de partidos, la mayoría de izquierdas, que luego fueron desapareciendo. Era una columnas de las páginas de ‘Tribuna’; cada día escribía un articulista diferente. Como era un novel, aquellas primeras columnas estaban más pegadas a la actualidad, estaba obligado a escribir de la actualidad, ahora no tanto.

¿Por qué no escribe novelas?
— He escrito cuentos y relatos cortos. Ahora sólo quiero escribir párrafos. Para que una novela funcione tienes que conocer a gente muy desagradable, la de las editoriales. Prefiero leer a participar en ese mundo tan desagradable.

En España no tiene mucho éxito el relato corto
— No, eso es más de los americanos. En América, el relato corto y el cuento es más típico que un bisonte en una pradera. Y también en Francia y en Hispanoamérica. España ha sido más de curas, predicadores y de novelistas de novelas largas.

He leído crónicas parlamentarias suyas contando que no oía nada
— Puede ser. Mi gran orgullo es ser sordo, ha sido la bendición de mi vida. Si oyera estaría mucho más cabreado y molesto con todo y sería mucho más tonto. No oír [oye con audífono ] me ha proporcionado mucha felicidad.

¿Usted cree que la pandemia nos ha hecho mejores?
— No, qué va. Sólo ha hecho que empeoráramos. Bueno, ha habido una cosa positiva, el distanciamiento. Trajo esa maravilla normativa del distanciamiento, que es la clave de la civilización. Eso ya lo sabían nuestros tatarabuelos. Duró poco y ahora la gente vuelve a tener ganas de amontonarse.

¿No viajará en su mes de    vacaciones en agosto?
— Tomo vacaciones pero no voy a ningún lado. No soporto los viajes ni los aeropuertos. Me quedaré aquí y no pensaré en nada... porque pienso con las manos y, al no moverlas ante el teclado, no pensaré.