Celestí Alomar, esta semana en el Port de Pollença, donde veranea. | M. À. Cañellas

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El primer conseller de Turisme de izquierdas que tuvo Baleares (1999-2003) pasa el verano entre Llubí y el Port de Pollença. Ahora ya no milita en el PSIB (dejó el partido socialista después de que éste apoyara la aplicación del 155 en Catalunya) y participa en un grupo de reflexión desde la izquierda. Afirma que el Govern del que formó parte hizo más cosas que aprobar la ecotasa. Aquí opina sobre la masificación y el papel del turismo. Aconseja fijarse en pequeños detalles, en «los micro datos» de un verano que ve «excepcional».

Ahora que han pasado casi 20 años: ¿Se cargaron los hoteleros aquel Govern por la ecotasa?
—Ese fue un análisis interesado que se hizo tras las elecciones de 2003 y que se perdieron en Eivissa y Formentera donde la ecotasa no era el centro del debate. Aquí siempre buscamos culpables y ese parecía el análisis más fácil.

Lo primero que anunció Jaume Matas tras ser elegido fue que la suprimiría y se fotografió con hoteleros.
—La alianza del PP con algunos hoteleros venía de antes y esa foto interesaba a ambos. Claro que apoyaron al PP pero no creo que decidieran las elecciones y menos por la ecotasa.

¿No son un lobby?
—En su conjunto, no. Sólo los que en aquel momento se organizaron en Exceltur. El sector es diverso.

Ahora hay hoteleros que comparten que hay masificación turística.
—Es una idea que se está extendiendo y espero que no se quede sólo en el debate de este verano. Es imprescindible, por el bien del planeta, que el peso del turismo en el PIB vaya bajando. El debate no es sólo sobre el turismo, ese es el primer paso de algo más amplio, que es la transición a un modelo económico diferente. Y eso no es negar el turismo; lo que hay que hacer es equilibrar la economía para que el peso relativo del turismo sea menor. Y no podemos dejarlo solo en manos del mercado. Hace falta una estrategia estatal de país y contar con todos los sectores afectados.

Biel Barceló, uno de sus sucesores, sugería algo parecido y con un horizonte a 30 años vista.
—Sí. Es un horizonte razonable. No para cambiar sólo el modelo turístico, sino el modelo económico.

¿El alquiler vacacional más que el turismo hotelero es lo que lleva a la masificación?
—Es la suma de todo. Hay que analizar bien el mercado y tomar decisiones.

¿Ya no hay que promocionar Baleares como destino?
—No he sido muy de promocionar aunque fui el primer director del Ibatur  [con un Govern del PP].

Recuerdo que al llegar al Govern, se quejaban de que no había dinero para promoción y sí un agujero que atribuían a la financiación de la compra de un barco al Rey.
—No lo recuerdo con detalle pero sí, existía una fundación que se había creado con ese objetivo y un grupo de empresarios le regaló un barco. Lo que me consta es que el Govern del que yo era conseller cambió la política de promoción, que se vinculó a actividades culturales y a la protección territorial; que compramos las fincas de Aubarca y es Verger; que aprobamos un plan de marcas y que intentamos anticiparnos, aunque eso nos fallara, a un sistema de comercialización a través de las redes.

¿Hay que poner límites a la llegada de más turistas a Baleares?
—Hay mucha gente que comparte esa idea y este verano ha ganado adeptos por razones diversas, desde la situación climática, la transición energética y los plazos que ha puesto Europa. Con lo que no podemos seguir es con este modelo económico. Después de la COVID, el mercado ha elegido Baleares como plataforma de negocio: las calles y las plazas se llenan y los fondos de inversión tienen en las Islas su centro de operaciones, el dinero pasa a manos extranjeras y, a eso, hay que añadir la situación de estrés ciudadano que crea. Aquí se enfrentan el deseo de hacer negocio y la necesidad de preservación. Sin intervención pública ganará el mercado. Eso se ve en Palma con lo que está ocurriendo en el barrio Nou Llevant. Pero hay más ejemplos. Es la hora del sector público.

¿Y cómo puede intervenir?
—Ya tiene el Boletín Oficial. Lo que tiene que demostrar es su voluntad de intervenir. Por ejemplo, se me ocurre un fondo público privado con los excedentes del turismo.

No le entiendo.
—Lo que ha hecho Noruega con el petróleo. Si no hacemos algo parecido con los excedentes del turismo, quedaremos al albur del mercado.

¿Qué haría si volviera a ser conseller de Turisme?
—No puedo ponerme en ese lugar. El debate es más amplio, no es sólo turístico sino económico. Hace falta un gran debate de país, repito. Y valor añadido e investigación.

Se ha movido este verano entre Palma, Llubí y Port de Pollença. ¿Hay más gente?, ¿hay masificación?
—Este ha sido un año extraño, no hay que analizar sólo las grandes cifras, sino los comportamientos. Lo que está pasando puede definir el futuro, pero no porque se vaya a repetir. Es un año excepcional y hay cosas que me llaman la atención, hay que fijarse en los microdatos. Paseo por aquí [y se refiere a su lugar de veraneo] pero tengo la sensación de que hay menos gente en la calle. Pero los restaurantes están llenos y es imposible cenar sin reservar. Por el centro de Palma es imposible pasear, por los cruceros básicamente. Está desapareciendo el comercio tradicional y todo se llena de heladerías y souvernirs.

¿La ley turística es un error?
—No, pero no cierra las medidas que hay que tomar ni, mucho menos, cierra el debate. Cerrar el debate con esa ley sería un error.