Pablo Diaz padece bruxismo desde hace 22 años.

TW
1

«El dolor que me provocaba el bruxismo me impedía hacer vida normal». Este es el testimonio de Pablo, que es consciente de que padece esta enfermedad desde hace 22 años. Desde entonces su vida ha cambiado. Además, confiesa que se alarmó mucho cuando le advirtieron que podía perder dientes por culpa de esta patología. «Me dijeron que si no usaba férula como tratamiento básico acabaría con grandes desgastes dentales, que afectarían incluso a la estética; o con fracturas que harían que perdiera alguno de mis dientes, llegándose en un último momento a la necesidad de colocar fundas en todas las piezas». Afortunadamente no ha sido así y, por ello, se muestra muy agradecido a su dentista.

«Me hice consciente de tener bruxismo hace unos 22 años, pero porque empecé con sintomatología; seguramente empezaría con ello mucho antes». En este sentido, precisa que «acudí a mi dentista de confianza para consultarle acerca del cansancio al masticar o comer chicle. En principio, asocié ese cansancio a molestias que sucedían en otros momentos del día». Pablo recuerda que «las sentía en los músculos de mi boca y de la cabeza, los encontraba cargados y con tendencia a dolores de cabeza. Sobre todo en épocas de más estrés o cuando comía cosas duras o chicles».

Reconoce que le afectó en su vida cotidiana, ya que «las molestias, aunque no muy intensas, eran constantes, con bastantes dolores de cabeza». Además, recuerda que «al suceder por la noche, mi sueño era de peor calidad». A su modo de ver, el bruxismo tiene una relación directa con el estrés y la ansiedad porque en las épocas en las que estos se agudizan también lo hacen los síntomas de su enfermedad. «En épocas de más estrés o ansiedad noto que mi molestar aumenta y que me despierto mucho más cargado. No sé si es la causa pero desde luego tiene relación».

Este vínculo es el que justifica sus visitas al psiquiatra. «Estoy siguiendo un tratamiento médico para gestionar el estrés y la ansiedad que me afectan de forma inconsciente. Me ha recetado unos medicamentos dedicados a la mejora del sueño y a la reducción de la ansiedad. Hay gente que puede manejarlo solo con deporte o técnicas de relajación; pero otras personas no podemos controlarlo y ahí es donde entra la ayuda por medio de medicamentos».

Pablo ya se ha acostumbrado a vivir con bruxismo porque «en el día a día los síntomas son más o menos controlables. Evito comer ciertos alimentos más duros o bocadillos que requieran mucha apertura de boca. Lo malo es en los momentos en que se acentúan los síntomas dolorosos, que crean más incapacidades al comer y más dolores de cabeza, sobre todo en las sienes, pómulos, mandíbula y cuello». Para él, lo más duro es saber que «quizá sea es algo crónico y aprender a vivir con ello, buscando siempre las terapias que ayuden a que se reduzcan los síntomas. También el seguir un control estricto por parte del dentista para que el apretamiento sea los dientes no les afecte con desgastes o fracturas».

Los tratamientos

A lo largo de estos 22 años, Pablo ha probado varios tratamientos. «Inicialmente, el básico que consiste en una férula de descarga nocturna; de la cual no me desprendo, no puedo dormir sin ella. En ciertos momentos, de mayor estrés, recurro a los calmantes o relajantes musculares. También tuve que acudir al fisioterapeuta para que me aplicara tratamientos musculares. Me explicaron que otra forma de abordar el bruxismo más intenso consiste en la aplicación de toxina botulímica en los músculos masticatorios para reducir la intensidad de las fuerzas de apretamiento. Sigo esta terapia desde hace un par de años, con aplicaciones cada 4-6 meses».

Pese a todo ello, el bruxismo no ha desaparecido totalmente de su vida. «Veo que es un problema continuo, pero que se acentúa en determinadas circunstancias, como las épocas de mayor estrés o la mala gestión del mismo. Por ello, recientemente he acudido a un especialista en psiquiatría para ayudarme a controlar los niveles de estrés y ansiedad que acentúan mi problema de bruxismo».