Pau de Vílchez, en Palma, en una imagen tomada tras la entrevista. | M. À. Cañellas

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Pau de Vílchez (Palma, 1977), profesor de Dret Internacional Públic en la UIB, ha sido renovado recientemente por el Govern como presidente del Comitè d’Experts per a a la Transició Energètica i el Canvi Climàtic y es uno de los coordinadores de la Assemblea de Mallorca pel Clima, que próximamente presentará sus propuestas.

¿Qué balance hace del funcionamiento de la Assemblea pel Clima?
—Ha sido una experiencia de participación ciudadana. Sin presiones externas, 60 personas que no se conocían entre ellas y de procedencias distintas han sido informadas y acompañadas por científicos para elaborar propuestas referidas a la lucha contra el cambio climático en Mallorca. Son un total de 56 propuestas, de las que 32 han contado con un apoyo superior al 90 %. Una gran mayoría de propuestas tiene más de un 80 % de apoyo. Todo ello me parece de un valor enorme.

A la espera de la presentación de las propuestas, ¿qué podríamos decir de ellas, en general?
—Destacan que Mallorca recibe un número desproporcionado de personas y coches por el turismo, con sus impactos climáticos, y que hay reducir esos flujos. En muchas de sus propuestas coinciden con asambleas por el clima españolas y extranjeras, lo que significa que los ciudadanos, sean de donde sean, al recibir información científica y rigurosa llegan a conclusiones similares.

Con la presentación de las propuestas, ¿concluye la labor de la Assemblea?
—Ahora queda una labor muy importante. Trasladar sus propuestas a la sociedad, al Govern y al Consell. Estas dos instituciones se comprometieron a ejecutar las que tuvieran más de un 90 % de apoyo de la Assemblea. También se harán llegar las propuestas a los grupos parlamentarios.

¿Cree que Govern y Consell cumplirán sus compromisos?
—La siguiente labor será verificar el cumplimiento de los compromisos. La implicación de los miembros de la Assemblea es tal que una mayoría ha decidido crear una asociación para trasladar las propuestas a municipios y empresas.

Ya que existen esos compromisos, es de esperar que los partidos que dirigen el Govern y el Consell los incorporen a sus programas electorales.
—Entendemos que deben hacerlo. Sería importante que lo hicieran.

¿Qué balance haría de la gestión del Govern en cambio climático?
—Partiendo de la certeza de que en el mundo prácticamente nadie hace lo suficiente contra el cambio climático, Balears se ha marcado unos objetivos bastante ambiciosos, empezando por una reducción en 2030 del 40 % de las emisiones de 1990. El objetivo de España es del 23 %. Respecto a la generación eléctrica, hay que reconocer que el Govern ha hecho un esfuerzo enorme y se ha avanzado muchísimo en los autoconsumos, hasta constituir un auténtico boom. En este sentido, el Govern ha dado ejemplo y ha asumido un papel de tracción muy novedoso a través del Institut Balear de l’Energia, más ágil que la administración tradicional. También ha sido positiva la mejora del transporte terrestre con la electrificación del tren, la integración tarifaria y el incremento de frecuencias en tren y bus.

Seguimos en el debate sobre la ocupación del suelo rústico por los parques solares fotovoltaicos.
—Después de décadas de destrucción del territorio, es normal la preocupación, o incluso el rechazo, por la ocupación de territorio por parte de infraestructuras, aunque sean de energías renovables. Sin embargo, no es lo mismo un hotel, una carretera o una central termoeléctrica que un parque solar. Además, se está estudiando y avanzando en la compatibilidad entre energías renovables y actividades agrarias en suelo rústico. Se están dado pasos interesantes para que no sean excluyentes. Por supuesto, no hay que renunciar a la agricultura como suministradora de productos locales y sostenibles.

El tiempo apremia para los objetivos.
—El reto climático va a suponer cambios profundos, pero tenemos poco tiempo. Si en los años 90 y en la primera década del siglo XXI hubiésemos avanzado en la lucha contra el cambio climático, ahora todo sería más paulatino. No queda más remedio que hacer muchas cosas en poco tiempo. El despliegue de la fotovoltaica está siendo muy fuerte, pero, volviendo a la cuestión del suelo rústico, hay que hacer más parques solares, nos guste o no, pero que sean compatibles con los usos agrarios. En el estudio más optimista, las energías renovables en espacios urbanos de Balears sólo cubrirían el 30 % de la demanda eléctrica. Por tanto, el 70 % restante tiene que proceder de renovables en suelo rústico.

En cualquier caso, algo tendremos que hacer a título particular, individual. En definitiva, reducir el consumo.
—Sí, hay que reducir el consumo propio en todos los ámbitos, pero hay que tener en cuenta una serie de datos. En España, el 1 % de la población más rica produce 14 veces más emisiones que el 50 % más pobre. A nivel europeo, la población más rica emite 10 veces más. También a nivel europeo, el 10 % más rico tiene el 60 % de la riqueza. Hay que buscar la equidad, que esa población más rica reduzca sustancialmente sus emisiones y que sea objeto de políticas fiscales más justas en los objetivos climáticos.

¿Se podrá convencer a parte de la sociedad de estas necesidades?
—Hemos hablado de reducir el turismo. Los beneficios de las cadenas hoteleras no pueden estar por encima del futuro de las generaciones futuras. Y en cuanto a las grandes compañías eléctricas, bienvenidas si apuestan por la descarbonización. Ya les sale más barato desmantelar una central de carbón y hacerla fotovoltaica.