Toni Nadal, el pasado viernes en Madrid. | josé gonzalez

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Toni Nadal se ha convertido en la figura ‘política’ del momento por su inclusión en la asociación Reformismo21, la nueva fundación del PP auspiciada por Alberto Núñez Feijóo Y formada por una veintena de perfiles técnicos y políticos.

Toni Nadal:

La cita, llena de complicaciones, es en el número 34 de la madrileña calle Orense una hora antes de que se presentara el pasado viernes Reformismo21 en un acto que destacó por la ausencia de cualquier logo del PP ni bandera.

¿Conocía usted a Núñez Feijóo antes de proponerle que participara en la nueva fundación del PP?
—No. No había hablado nunca antes con él hasta el día que me llamó para ofrecerme formar parte de esta iniciativa.

¿Y si le hubieran llamado de otro partido para hacerle la misma propuesta que el presidente del PP?
—Quien me llamó fue él; una persona honesta a la que he escuchado durante cierto tiempo y me parece una persona moderada. Si me llamaran de otro lugar, cosa que no creo que sucediera, diría que no porque no creo que participara de los mismos valores que defiendo. Me pidieron colaborar con Víctor Font (candidato a la presidencia del F.C. Barcelona) y también me pareció una persona válida y honesta.

¿Descarta que le veamos alguna vez en un escenario durante un mitin?
—Totalmente. Cuando me llamó Alberto Núñez Feijóo me trasmitió su interés porque fuera una persona externa al partido. Evidentemente no tengo ninguna intención de afiliarme al Partido Popular ni ninguna aspiración política. Soy un ciudadano al que le han solicitado una colaboración y como entiendo que Núñez Feijóo es una persona moderada, que ha administrado Galicia más o menos bien, o bastante bien, aunque no conozca en profundidad su gestión, quiero que le vaya lo mejor posible y si yo puedo aportar algo en la materia que me han pedido que colabore, pues perfecto.

¿Y tendrá alguna relación con el PP balear?
—Tampoco. Es que yo me limito a lo que me han solicitado. Tengo una trayectoria deportiva desde hace muchos años que va desde el deporte de alto nivel al de formación a través de la dirección de la academia de Rafael Nadal y ése es mi ámbito.

Siempre ha defendido los valores del esfuerzo y la capacidad de sacrificio, algo que no parece que esté en boga en estos tiempos.
—Bueno, lo que yo siempre he defendido es que en la vida uno tiene que ser correcto, consecuente con sus actos, con lo que dice, y con unos valores que ayudan a que la sociedad funcione mucho mejor. Y eso es lo que intento transmitir cuando se pide mi opinión.

Usted habla mucho en sus charlas de que lo importante es el camino, no la meta.
—El éxito no es tanto el llegar como el proceso. Y luego todo el mundo llega a una meta. Para unos será el nivel 1 y para sólo unos pocos el 10. Si no, tenemos la sensación de que únicamente personajes como Amancio Ortega o Messi triunfan en la vida cuando cada uno en la manera de lo posible y de nuestras posibilidades podemos hacer las cosas un poco mejor.

¿Cree que la juventud de ahora es más indolente que la de su generación?
—Siempre tendemos a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Sócrates ya criticaba a la juventud de su época. Pero está claro que hoy vivimos en un mundo de inmediatez, donde somos poco resilientes para aceptar las cosas que no nos van bien y eso lo vemos por ejemplo en la educación. Mi mujer es profesora de instituto y el inspector les dijo que debían justificar los suspensos, cuando estos se justifican por el conocimiento del alumno. Tienen que cuadrar los números para quedar bien en las clasificaciones. Pero la realidad se tiene que afrontar y cuando se actúa de esta manera creo que no se hace ningún favor a los chicos.

¿Tenemos los políticos que nos merecemos?
—Tenemos los políticos que hemos votado y que cada cual sea consecuente con lo votado. Me gustarían políticos que buscaran más la concordancia que la crispación porque creo que hay muchos más puntos en común que los que nos desunen. Pero parece que los políticos están más empeñados en buscar puntos de desencuentro y eso no ayuda a los ciudadanos. Porque al final, teóricamente, ellos están a nuestro servicio.

Usted que ha viajado por todo el mundo y conoce a tanta gente, ¿qué siente cuando alguien le puede llamar desde catalanista a facha?
—A mí lo que me llame la gente me tiene bastante sin cuidado. Yo sé lo que soy. En el tema de la lengua yo hablo catalán, pero el problema es que todo se polariza. Si decimos que hablamos catalán, que es lo que se habla en Cataluña, Baleares y Valencia, ocurre que algunos piensan que porque hablamos catalán somos catalanes. Vete a Austria, donde hablan alemán y diles si son alemanes, o a los estadounidenses que hablan inglés si son ingleses o a los argentinos que hablan español si son españoles. Al final hay un grupo de gente que siempre busca la confrontación, pero procuro no participar de ello. Y otra cosa: yo defiendo la lengua catalana pero no en contraposición a la española. El catalán es la lengua de mi tierra, pero no busco confrontación ni mucho menos con el español.

A su sobrino Rafael se le ha llamado ‘facha’ por celebrar un triunfo luciendo la bandera de España.
—Que se lo llamen. Ningún problema, pero no lo es. Rafael no es ningún facha. Y lo más normal es que quien le llame ‘facha’ no sepa qué significa ser ‘facha’.

¿Vivimos en una sociedad con menos libertades que hace, por ejemplo, 30 años?
—Hombre, evidentemente. Vivimos en una sociedad en la que un grupo de personas pretende tutelarnos de forma constante sobre cómo tenemos que hablar, cómo debemos actuar, qué es lo que nos tiene que parecer bien y qué mal...Y a mí me gustaría vivir en una sociedad donde yo pueda ejercer mi responsabilidad y donde no se me acote mi libertad. Cuando tú sabes que si expresas tu opinión te van a acribillar, la gente tiende a autocensurarse. Yo, que viví los últimos años del franquismo, hay gente que hace lo mismo que entonces. Son personas que defienden la libertad si piensas igual que ellos. Me gustaría vivir en una sociedad donde no me dijeran lo que tengo que hacer, que no me regularan todo y no me impusieran su criterio. Y las personas que quieren imponer no son las más preparadas, precisamente.

¿Usted cómo ha evolucionado como persona desde su juventud?
—Yo creo que era parecido a lo que soy. Siempre he intentado aplicar el sentido común y la lógica a las cosas. Plantearme y cuestionarme las cosas. No tengo un pensamiento estanco. Según qué actitudes no me van bien, pero no porque estén en unas siglas o en otras o tengan una ideología más acorde con la mía o no.

Quizás el problema es que se da más importancia a quién dice algo y no a lo que dice esa persona.
—Sí, claro. Un señor critica a Antonio Muñoz Molina porque es de izquierdas o a Mario Vargas Llosa porque es más liberal o a Arturo Pérez- Reverte... No, de una persona me gustarán unas cosas y de otra, otras. Y yo he votado a mucha gente diferente y hace años voté a Felipe González porque me parece que un hombre de Estado.

Algunos llaman ‘facha’ a Felipe González.
—Es una muestra del punto de irracionalidad a la que hemos llegado. Cada uno se expresa según sus luces. La gente debería moderarse en todos los sentidos y creo que nos iría a todos mejor.

¿Ha llegado a conocer a Pedro Sánchez?
—No, nunca.